HASTA LOS HUEVOS DE TODO
En la primera mitad de los 90 Grief grabaron clásicos como “Come to grief” y “Miserably ever after”, sonido grave, riffs lentos y narcolépticos hasta la desesperación, oleadas de ruido, distorsión y feedback incendiario acompañados de una batería en plan martillo-yunque, y una voz que escupe asco y náusea a traves de sus textos a lo Bukowski pero en plan terminal. En la segunda mitad de los 90 llegaron “Torso” y “...And man will become the hunted” donde perfeccionan su estilo, sin grandes cambios, pero con un sonido algo más limpio, crujiente y aplastante, lo que ofrece más matices al sonido Grief. Nada de virtuosismo musical, simplemente cuatro tíos vaciando sus entrañas y expulsando lo peor de sí mismos de la manera más salvaje posible. Las voces de Jeff Hayward, rasposas y chirriantes, más cercanas al grindcore que al metal, suenan convincentes: es difícil cantar este tipo de cosas de otra manera, hay que gritar, vomitar toda la bilis, notar como le hierve la sangre al cantar cada una de las estrofas (y al oyente tres cuartos de lo mismo).
Sus letras eran auténticos himnos a la soledad, la desesperación, al aislamiento emocional, a la renuncia. Existencialismo para clases obreras, sin sistemas filosóficos ni conceptos abstractos. Letras sinceras, sencillas, sin artificio, expresando el dolor de un hombre vencido por las circunstancias que le rodean, traicionado, abandonado, humillado, fracasado, recurriendo a la droga y al alcohol como única salida al caos en el que está envuelto. Esto no es poesía, no es literatura, es simplemente la crónica de una derrota.
Temas como “Lifeless”, “Hate grows stronger”, “I hate you”, “Down in the dumps again”, “Low life”, “Falling apart” y tantos otros van cayendo lentamente, rezumando odio y rabia por los altavoces mientras una ola de calor viscoso nos envuelve, nuestro cuerpo está tensionado al máximo y notamos como el sudor es expulsado por cada uno de nuestros poros. La experiencia de escuchar y vivir la música de Grief nos deja exhaustos, al igual que ocurre con Swans, Khanate o Godflesh. La catarsis que provoca en el oyente nos deja limpios, tras asomarnos al abismo tenemos más claridad de ideas, listos para sobrevivir en esta jungla otro día más.
Grief fueron uno de los pilares fundamentales del sludge norteamericano de los años 90 junto a Eyehategod. Pero fueron Grief los que llevaron el sonido Sabbath/Melvins/Vitus a un callejón sin salida: riffs amargos, grasientos, disonantes y horribles que nos machacan el cuerpo sin compasión. Las guitarras aúllan como animales moribundos, el sonido de bajo es inmenso, la batería sencilla, al grano, aplastando los ritmos sin complicación. No hay groove ni melodías a las que aferrarse, al contrario, los riffs suenan como fracturados, asimétricos, los cambios se producen en el momento más inesperado, las estructuras están rotas, lo cual hace que la escucha sea más cerebral e incluso desagradable en ocasiones (pero ahí reside su encanto).
En la primera mitad de los 90 Grief grabaron clásicos como “Come to grief” y “Miserably ever after”, sonido grave, riffs lentos y narcolépticos hasta la desesperación, oleadas de ruido, distorsión y feedback incendiario acompañados de una batería en plan martillo-yunque, y una voz que escupe asco y náusea a traves de sus textos a lo Bukowski pero en plan terminal. En la segunda mitad de los 90 llegaron “Torso” y “...And man will become the hunted” donde perfeccionan su estilo, sin grandes cambios, pero con un sonido algo más limpio, crujiente y aplastante, lo que ofrece más matices al sonido Grief. Nada de virtuosismo musical, simplemente cuatro tíos vaciando sus entrañas y expulsando lo peor de sí mismos de la manera más salvaje posible. Las voces de Jeff Hayward, rasposas y chirriantes, más cercanas al grindcore que al metal, suenan convincentes: es difícil cantar este tipo de cosas de otra manera, hay que gritar, vomitar toda la bilis, notar como le hierve la sangre al cantar cada una de las estrofas (y al oyente tres cuartos de lo mismo).
Sus letras eran auténticos himnos a la soledad, la desesperación, al aislamiento emocional, a la renuncia. Existencialismo para clases obreras, sin sistemas filosóficos ni conceptos abstractos. Letras sinceras, sencillas, sin artificio, expresando el dolor de un hombre vencido por las circunstancias que le rodean, traicionado, abandonado, humillado, fracasado, recurriendo a la droga y al alcohol como única salida al caos en el que está envuelto. Esto no es poesía, no es literatura, es simplemente la crónica de una derrota.
Temas como “Lifeless”, “Hate grows stronger”, “I hate you”, “Down in the dumps again”, “Low life”, “Falling apart” y tantos otros van cayendo lentamente, rezumando odio y rabia por los altavoces mientras una ola de calor viscoso nos envuelve, nuestro cuerpo está tensionado al máximo y notamos como el sudor es expulsado por cada uno de nuestros poros. La experiencia de escuchar y vivir la música de Grief nos deja exhaustos, al igual que ocurre con Swans, Khanate o Godflesh. La catarsis que provoca en el oyente nos deja limpios, tras asomarnos al abismo tenemos más claridad de ideas, listos para sobrevivir en esta jungla otro día más.