domingo, 29 de abril de 2018

ELECTRIC WIZARD: "WIZARD BLOODY WIZARD" (2017)



Putos Wizard. Lo han vuelto a lograr. Cuando todo el mundo les daba por muertos una vez más, cuando parecía que lo tenían todo en contra (problemas con las discográficas, cambios de formación, ataques gratuitos por parte de la prensa, acusaciones infundadas...) han vuelto a resurgir de esa cripta húmeda y oscura en donde suelen refugiarse y desaparecer durante años, la llamada “Cripta de Drugula”. Han vuelto con un discazo bajo el brazo que los vuelve a situar como los auténticos dueños de un género que ellos lideraron en los 90 junto a grupos como Eyehategod, Sleep o los primeros Cathedral. Estaba claro que tras un disco tan oscuro, nihilista y desesperanzador como fue “Time to Die” (2014), no se podía seguir por el mismo camino y tocaba reinventarse. Ya lo dijo Jus Oborn en una entrevista, donde comentaba algo así como que después de “Time to Die” tenían que cambiar, de lo contrario los únicos caminos posibles eran el suicidio o la heroína. Así pues, Electric Wizard se recluyeron en lo mas profundo de la Inglaterra rural y crearon este maravilloso “Wizard Bloody Wizard”, grabado en sus propios estudios de grabación montados en su propia casa para así poder crear sin límites de tiempo ni imposiciones de discográficas o productores. Un sonido 100% analógico, puro, rebosante de electricidad y adrenalina, en el que cada instrumento brilla con su propia luz y deja espacio para que suenen el resto de músicos. Jus Oborn y Liz Buckingham siguen liderando el grupo, esta vez con una formación que ya parece consolidada y que por primera vez en su historia tiene visos de continuidad, con un batería como Simon Poole, que si bien no es el batería más técnico sobre la tierra, cumple perfectamente su labor de soportar el armazón rítmico que sostiene las canciones, acompañado de Clayton Burgess al bajo, en mi opinión el mejor bajista que han tenido desde la época de Tim Bagshaw, un fichaje que le ha aportado al grupo la energía y empuje que necesitaban. Seguramente sea su disco menos doom, el que menos ecos Sabbathianos tiene (aunque la huella de Iommi y compañía sigue presente, por supuesto), un disco que ya no es dominado por los ritmos lentísimos y asfixiantes de sus trabajos clásicos (“Come my Fanatics” o “Dopethrone”) sino que es un disco mucho más rockero, directo e incluso accesible (dentro de lo poco accesibles que son un grupo como Electric Wizard). Hay menos Sabbath pero en cambio hay más Stooges, MC5, Blue Cheer, Alice Cooper o Ted Nugent. O sea, hard rock super-ácido, riffs hipnóticos envueltos en atmósfera humeante de marihuana, psicodelia densa y pesada, sonido Detroit macerado con doom primigenio. Y esos riffs tan guarros, tan viciosos, tan perversos y con tanta clase y chulería como siempre. En fin, glorioso. Tocaba reinventarse, y lo han hecho. Partiendo de la base del sonido Wizard, ese sello inconfundible, ese estilo que ellos mismos crearon, han sabido evolucionar y transformarse para ofrecer una nueva versión de Electric Wizard, más directa, más básica, más primitiva, pero con la misma esencia peligrosa y misantrópica que les ha caracterizado desde siempre. Wizard son un grupo anclado en el tiempo, obsesionados por los sonidos del hard rock 60's y 70's así como el doom metal de los 80, y una vez más se dedican a recrear esos sonidos con la dedicación de un artesano, para así ofrecernos una vuelta de tuerca más a ese sonido tan excitante que sale por los altavoces cada vez que suena el puto Wizard. El disco se abre con “See You in Hell”, auténtica declaración de intenciones: “nos veremos en el infierno”. Es su aproximación más explícita al blues, con esos riffs básicos, sencillos pero de una pegada descomunal, un blues primitivo, electrizado, salvaje y caníbal. La letra es de lo mas nihilista de su repertorio, por si alguien pensaba que se habían suavizado con el tiempo: sentirse frío y muerto por dentro, estar seguro de que no veremos el día de mañana, vivir en un mundo sin esperanza en donde todos nuestros sueños morirán y la única salida es el pinchazo de la jeringuilla y lo que venga después... Le sigue “Necromania”, tema donde Oborn y compañía dan rienda suelta a su pasión por el sonido Detroit y los riffs ácidos y saturados de electricidad, con una letra que combina su obsesión por el ocultismo, los ritos satánicos, el sado-masoquismo y la muerte. “Hear the Sirens Scream” ofrece un riff granítico, aplastante y demoledor, de aroma claramente setentero, repitiéndose hasta hipnotizarnos mientras Oborn entona con desprecio uno de esos himnos dedicados a los perdedores, a los marginados sociales, a los parias, a la gente que se encuentra fuera del sistema, estigmatizados por buscar unos placeres que son perseguidos y castigados por la sociedad bienpensante: “somos la noche, odiamos la luz, no tenemos futuro, estamos malditos, las drogas son nuestra religión, la violencia es nuestro himno, matando para ser libres, hasta que suenan las sirenas una vez más...” A continuación llega una transición de ultratumba como es “The Reaper”, un tema dominado por los sonidos drónicos de un órgano en donde se nos describe la experiencia de un viaje ácido en el que se ha ido demasiado lejos y en el que nos deslizamos peligrosamente hacia el vacío, donde perdemos la conciencia, algo que quizá íbamos buscando... “Wicked Caresses” es uno de esos temazos de Electric Wizard de construcción y acabado perfecto, con unos riffs engrasados a la perfección que muestran que aprendieron la lección recibida de Black Sabbath: combinar riffs lentos y agonizantes con melodías pegadizas y estribillos memorables. Un tema de atmósfera profundamente macabra y riffs asesinos, en donde aflora una vez más la obsesión de Oborn por las mujeres dominantes y perversas, vampiresas, muertas resucitadas y obscenamente bellas que someten a hombres que van en busca de vicios perversos y caricias prohibidas, aceptando con deleite su propia perdición además de todo tipo de humillaciones, vejaciones e incluso la muerte a manos de estas dominatrix altivas e inaccesibles que alteran los sentidos y provocan una adicción enfermiza y sin límites. El camino nos lleva al final con “Mourning of the Magicians”, un tema de atmósfera envuelta en la niebla inglesa, los riffs lisérgicos y el wah más sucio y guarro que se pueda imaginar. Un tema en el que se conjuran visiones de la familia Manson, de Jim Jones, de sectas ocultas en granjas remotas donde los adeptos cantan sus canciones y se despiden del mundo para irse al infierno, en donde Oborn pide que nos reunamos con él y nos acerquemos para mostrarnos la verdad a todas aquellas personas que la andamos buscando y no la hemos encontrado hasta hora. “Esta es la oscuridad que siempre habéis estado buscando”.




jueves, 25 de enero de 2018

METABOLIST "Hansten Klork" (1980)



La historia de Metabolist es uno de esos casos desconcertantes en la historia del rock experimental de las últimas décadas. Contemporáneos de otros grupos ingleses como This Heat, The Pop Group, P.I.L. o Cabaret Voltaire, su música pasó casi desapercibida en su momento e incluso hoy en día, en plena época de internet, es difícil encontrar sus grabaciones o información sobre ellos. Quizá contribuyera el hecho de que sólo llegaron a grabar un disco y que no aceptaron trabajar con ningún sello discográfico sino que se lo auto-editaron en su propio sello (Drömm Records) y que hasta el momento no se ha reeditado (con la excepción de una edición limitadísima en Japón), o sea que este “Hansten Klork” es una obra que ha permanecido en la oscuridad y sin el reconocimiento que sí han recibido los grupos mencionados anteriormente. “Hansten Klork”, grabado en Londres en 1980, es una verdadera obra maestra del rock de vanguardia, una explosiva combinación de post-punk, krautrock, improvisación e incluso unas gotas de Zeuhl. Metabolist trabajaron minuciosamente no sólo en la composición de los temas que conforman el disco sino también en todo el proceso de grabación, manipulación y mezcla de sonidos realizando un trabajo en el estudio de grabación (que de hecho, era su propio estudio) comparable al que This Heat o Art Bears estaban haciendo también en aquellos años. Utilizaban los instrumentos típicos del rock, pero decidieron tocarlos y manipularlos de las formas más inverosímiles para así conseguir todo tipo de sonidos absolutamente inesperados por el oyente además de incluir todo tipo de sonidos considerados no-musicales (en esto imagino que seguían la estela de Can y Faust). Además de ser unos musicazos con una desbordante imaginación, hacían gala de un sentido del humor retorcido, absurdo y surrealista, algo que se aprecia en esa letras medio en inglés medio en idioma desconocido y en el empleo tan desquiciante que hacían de las voces. “Curly Wall”, tema que abre el disco, es toda una declaración de intenciones. En sus casi 10 minutos de duración nos ofrece ritmos motorik obsesivos (en el puro estilo de Neu! o de Can), cambios de ritmo imprevisibles, guitarras angulares y unas voces absolutamente demenciales e intimidatorias que por momentos recuerdan a los experimentos de Residents o a las voces operísticas kobaianas de Christian Vander en Magma. “Alien on Sunday” es, como bien indica su nombre, una auténtica marcianada sonora que se centra en los ritmos motorik a lo Neu! y unas voces efectivamente de tipo absolutamente extraterrestre. “King Quack” ralentiza los tiempos y el grupo se enzarza en un serpenteante riff de bajo y batería acompañado por corrosivos latigazos de guitarra y saxo y por esas inquietantes voces en un idioma desconocido que perfectamente podían encajar en un disco de Magma. “Hoi Hoi Hoi” es otro temazo que usa la repetición de ritmos y las guitarras angulares para crear una siniestra e hipnótica atmósfera sobre la que una voces al puro estilo Magma recitan unos textos que perfectamente podían estar escritos en Kobaian. La combinación es realmente impactante: ver a un grupo en plena época del post-punk hacer apología de Magma y el Zeuhl es algo que debe ser visto para poder creérselo (imagino que gran parte del público en aquella época se sentiría bastante desconcertado en este sentido). Temas como “Lights” y “Merchandise” nos muestran otra faceta del grupo del grupo, que aprovecha para dar rienda suelta a la improvisación y la creación de pasajes oníricos y misteriosamente psicodélicos. El tema que cierra el album y que le da título al disco (“Hansten Klork”) es otro ejercicio de repetición minimalista, ritmos extraños, voces llegadas de otra dimensión y sonidos de todo tipo integrados en el esqueleto de la canción. En apenas 40 minutos termina el disco, dejándonos una sensación de haber escuchado una música llegada de otro planeta, de otra galaxia, una amalgama de estilos irreverente, provocadora, única e irrepetible. Su único disco y un puñado de singles y cassettes que editaron entre 1979 y 1981 son un legado importantísimo para la historia del rock experimental que desde aquí queremos reivindicar.
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