martes, 29 de abril de 2014

SATAN'S SATYRS


Es muy de agradecer que de vez en cuando salga algún grupo que le dé una patada en los huevos al establishment musical y que sacuda los cimientos del cementerio del rock and roll inyectándole una dosis de sangre nueva. Grupos que nos devuelvan a las raíces perversas y malvadas del rock, que nos recuerden el peligro y las emociones fuertes que caracterizan a este sonido, que nos enchufen electricidad a la columna vertebral con una buena sesión de riffs sucios y grasientos, como hacían Sabbath, Blue Cheer, los Stooges, Motörhead y compañía. Esto me ocurrió en los 90 con grupos como Sleep o Electric Wizard, y posteriormente con gente como Orchid o Uncle Acid And The Deadbeats. La misma sensación me produjeron Satan's Satyrs: adoración del riff fumeta y narcótico, vuelta a lo básico, a las raíces, sin inventar nada nuevo pero reciclando los sonidos del hard rock, el doom y el heavy psych clásico reinterpretándolos con descaro y un desprecio absoluto por las modas y tendencias imperantes. Un sonido puro, atemporal, que nos electrocuta e hipnotiza hasta que caemos en el desvanecimiento y el olvido absoluto.
Al escuchar su single “Lucifer Lives” (2010) me quedé de piedra al ver que un grupo de ahora sonaba clavado a los Venom del “Welcome To Hell”. Ese mismo sonido cavernícola, con la batería chapucera martilleando sin piedad, los riffs de guitarra asquerosamente sucios y ácidos, ese bajo grueso y crepitante que lo domina todo y esas voces que vomitan rabia y misantropía. El personaje que andaba metido detrás de semejante artefacto era un norteamericano veinteañero llamado Clayton Burgess, que a pesar de su juventud demostró que sabía lo que estaba haciendo con una madurez insultante. Tras largas sesiones nocturnas de cine de terror setentero, ángeles del infierno, erotismo chungo, sustancias alucinógenas variadas y discos de Electric Wizard, Black Sabbath y Black Flag sin parar, la propuesta de Satan's Satyrs iba tomando forma.
Su álbum de debut apareció en 2012 (“Wild Beyond Belief!”) y confirmó todas las expectativas que se habían creado. Esa mezcla de Electric Wizard, Venom, Black Flag, MC5 y Blue Cheer continuaba sonando explosiva y liberadora. Clayton lo grabó en su sótano en 8 pistas, así que la producción es lo-fi a más no poder, increiblemente denso, grave, cavernícola y supurante de distorsión y ruido. Además, él mismo se encargó de grabar todos los instrumentos, aunque eso ni se nota porque los temas suenan engrasados como una máquina. Un disco de intensidad aplastante, repleto de temas energéticos, sencillos y básicos directos a la yugular, moviéndose una vez más entre distintas aguas: el fuego del hard rock setentero, la pesadez del doom metal, la fluidez del heavy psych... pero pasado por el filtro del punk, porque efectivamente, hay veces que Satan's Satyrs parecen una centrifugadora en donde los riffs clásicos del hard rock son interpretados con la fiereza del punk. La fascinación por el cine satánico y ocultista de serie B, el euro-sleaze y los Hell's Angels se observa claramente en los textos de las canciones. Con la publicación de este disco Satan's Satyrs se convirtieron en la gran sensación del underground norteamericano, estableciendo una reputación que sólo ha hecho que crecer, especialmente desde que Clayton se unió a los míticos Electric Wizard en 2013, con los que ahora toca el bajo y con los que ha grabado un disco que promete ser histórico.
Había mucha expectación por ver cómo iba a ser su segundo disco y cómo iban a evolucionar, y el primer cambio notable fue que Satan's Satyrs pasaron de ser una one-man band a un power-trio, ya que Clayton Burgess (bajo y voz) reclutó a Jarrett Nettnin a la guitarra y a Stephen Fairfield a la batería, y anunció que sus nuevos temas iban a ahondar en las raíces más rockandrolleras, o sea que la cosa prometía. Su segundo trabajo llegó por fin en 2014 (lleva por título “Die Screaming”) y demuestra una madurez y una clara evolución en su planteamiento. Lo primero que llama la atención es que el sonido es algo más limpio que en el debut, se nota que le han dedicado más tiempo a la producción, así que ya no hay aquella distorsión y ruido al que nos tenían acostumbrados sino que tanto los instrumentos como las voces suenan mucho más depurados. Las canciones también estan más trabajadas a nivel de estructura: el grupo trabaja como power-trio y esa química especial se transmite a la música, cuyos grooves se vuelven más adictivos conforme pasa el tiempo. Los ecos de Venom y el doom más lisérgico han pasado a un segundo plano, mientras que se ha acentuado la parte más representada por el hard rock de finales de los 60 y el proto-metal primitivo. Satan's Satyrs han ampliado su horizonte sonoro y han dado un valiente paso adelante combinando la pesadez de los riffs, atmósferas psicodélicas y los estribillos pegadizos y memorables, yendo más allá del triángulo Wizard-Stooges-Blue Cheer para así ir añadiendo diferentes pinceladas que hacen más rica su excitante propuesta.


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