miércoles, 10 de septiembre de 2014

CUTTHROATS 9



Mientras Unsane se tomaban un descanso entre los años 2000 y 2005, su guitarrista y cantante Chris Spencer decidió mudarse una temporada de Nueva York a San Francisco, donde formó un proyecto llamado Cutthroats 9. Por el motivo que sea siguen siendo criminalmente desconocidos, a pesar de que sus tres únicos trabajos (el disco “Cutthroats 9” en 2000, el e.p. “Anger Management” en 2001 y el más reciente “Dissent” de 2014) son toda una joya para los amantes del rock and roll más violento y brutal. Spencer podía haber planteado una propuesta más suave o asequible para intentar acceder a un mayor público, o quizás podía haber sacado a relucir otra faceta a nivel creativo y ofrecer un producto diferente al que nos tenía acostumbrados con Unsane, pero qué va, nada de eso. En vez de ir a por la pasta, decidió hacer un proyecto todavía mas underground y anticomercial. Con una convicción incontestable creó un nuevo grupo todavía más salvaje, ruidoso y abrasivo que Unsane (si es que eso era posible). Así pues no hay sorpresas con Cutthroats 9: el sonido Unsane sigue ahí, pero radicalizado, con mayor influencia del hardcore, con riffs más acelerados y adrenalínicos, con esa voz que sigue rugiendo y escupiendo bilis, sacando a la luz sus miedos y frustraciones con la sinceridad y rabia habituales. De vez en cuando nos regalan algún riff más lento, de cierto regusto a blues enfermizo, siempre acompañados de esos chirridos de feedback ensordecedor en la onda del sludge noise que tan bien dominan Unsane, pero en general abundan los medios tiempos dominados por una urgencia y un nervio frenéticos. El bajo suena grueso y crepitante (cortesía de Dave Curran, el bajista de Unsane), con un batería hiperactivo que ofrece un despliegue de variedad rítmica, ferocidad y precisión técnica (Will Carroll) y por supuesto esas guitarras crujientes y esos riffs sencillos, directos, sucios y rebosantes de odio a cargo de Spencer. Por supuesto, el mal rollo y la depresión permanente siguen ahí, es algo que llevan en el ADN, tanto un grupo como el otro. Una espectacular guinda para una trayectoria admirable como es (y esperemos que siga siendo durante muchos años) la de Chris Spencer.


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