miércoles, 14 de marzo de 2012
VRESNIT
Cuando se piensa en los orígenes de la música se suelen visualizar imágenes de hombres metidos en cuevas hace miles de años, golpeando piedras, palos y primitivos objetos de percusión, usando caracolas y conchas de mar como instrumentos de viento y profiriendo cantos guturales para espantar sus miedos y venerar a sus dioses.
Sergei Ilchuk ofrece algo así como un retorno a estas musicas primitivas, cavernícolas, ancestrales, combinando reminiscencias atávicas y viajes del subconsciente en su fascinante proyecto llamado Vresnit. Este misterioso artista ruso ha grabado desde el año 2008 algunos de los discos más trascendentales de la escena ambient / drone / ritual más reciente.
Discos como “Kalen Ven”, “Vjuga - Ljet - Duj” o “Tunvet” nos transportan al inconsciente colectivo de esas tribus primigéneas, a cuevas, bosques y montañas desconocidas por el hombre, a paisajes desolados e insondables. Un viaje arcáico y chamánico generado por los instrumentos principalmente acústicos que Ilchuk utiliza, como por ejemplo gongs que crean atmósferas densas e impenetrables, percusiones sencillas y espartanas que sugieren ritmos rituales e hipnóticos, todo tipo de objetos que Ilchuk golpea y raspa transmitiendo así el sabor áspero de la tierra, la madera y el hierro, flautas que suenan como pájaros salvajes, cantos recitados y susurros inquietantes.
Vresnit plasma esta cosmovisión en diversos rituales grabados de alrededor de 40 minutos de duración cada uno, en unos discos cuya presentación, también muy cuidada, ofrece imágenes similares a los dibujos de animales y símbolos que los hombres primitivos dibujaban en sus cuevas. Su aproximación al género del ambient / drone es mucho más primitiva, arcáica e intuitiva que la de la mayoría de grupos de su género: la música de Vresnit no ofrece melodías ni ganchos de ningún tipo a los que aferrarse, no hay sintetizadores ni tecnología. A pesar de ser un sonido muy crudo, simple y de carácter analógico, llama muchísimo la atención la riqueza en las texturas y lo sugerente de sus drones, así como el dinamismo en las estructuras de todos estos rituales. Las masas sonoras intentan transmitir la pulsación del tiempo y las imágenes de nuestros sueños, se puede percibir el aroma de la tierra y el cielo, las notas fluyen y se mueven de manera dinámica y natural, el sonido flota, vibra, avanza y crece, mutando y expandiéndose en reverberaciones y ecos que afectan a diversas partes dormidas en el subconsciente y en nuestra faceta onírica, atavismos subliminales, de forma similar al trabajo chamánico de grupos como Exotoendo, Halo Manash o los primeros Ain Soph.
Así pues el viaje está garantizado, sólo queda dejarse llevar por estos fascinantes sonidos y por todos los ciclos vitales que nos invita a visitar, vida, muerte, renacer, los animales, las personas y la naturaleza, devolviéndonos a tradiciones, leyendas y rituales olvidados por el paso del tiempo.
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