Una
reseña escrita por Blackdecker.
A
veces, la Edad Media vuelve a la música, con armadura completa
para protegerse de las agresiones del mercado, de los farsantes que
pretenden comer de su plato sin prácticamente esfuerzo, vuelve
dispuesta a plantar cara al conformismo abrasivo que suele acabar con
sus artistas, los que se van hundiendo en el sofá de la
resignación. Entonces aparecen estos reverendos envueltos en
furia con su dedo acusador señalando a los herejes, viciosos,
flojos y pecadores, amenazando con arrastrarlos a la cruz.
Repartiendo sentencias y cumpliéndolas. Pasean por la frontera
con sus lobos feroces cogidos de la correa, amenazan con soltarlos a
la mínima ocasión que huelan la miseria. A los dos
minutos de estupideces pop, ellos contraponen treinta y dos minutos
de torturas a fuego lento, prácticamente una liturgia entera.
Es su credo y no están dispuestos a rendirse, ellos van por un
lado, por el otro el mercado. Ellos tienen sus seguidores, son muchos
años los que llevan, dicen, como para que les enseñen
cómo hacerlo. Cuanta más miseria huelen, más
extreman sus medidas, pero, por el corte de las canciones, parece que
lo hagan en automático, fruto de la experiencia y de ese
reinventarse periódico, igual que hacen los animales con las
temporadas. Ensamblan y desmontan, construyen esqueletos que cubren y
desnudan hasta dar con el equilibrio de fondo y forma. Cogen de aquí,
de allá, hasta escogen a Morricone para algún lance. La
caída, entonces, siempre será épica, sin
concesiones, cortapisas ni tampoco vergüenzas. Al que le guste
el post-rock, ahí le esperan, si gusta el tremendismo de
metal, ellos tienen de eso. ¿Experimentación? Señor,
sí, señor. ¿Grandilocuencia y exageración?
Ellos son profesionales. Usted pida que nosotros veremos. ¿Canciones
de más de veinte minutos? Y más. No se preocupe. Para
esta nueva edad media a la que parece que nos acercamos, no nos va a
faltar materia. Volverán las noches del frío y la
lectura. Cuando caiga la red, volveremos a la introspección, a
las armaduras y a los lobos que, viniendo de la era que venimos, por
supuesto que serán de diseño. Eso sí, que no nos
lo quiten, el diseño, sea el tormento que acabemos mereciendo.