viernes, 19 de diciembre de 2014

Entrevista a ATAVISMO

Surgidos de las cenizas de un grupo fundamental de la escena española como fueron Viaje  800, y también de los poco conocidos pero no menos interesantes Mind!, Atavismo acaban de publicar su primer disco, titulado "Desintegración". Empapados del progresivo más evocador, de la psicodelia más fumeta y con un afán de exploración incansable, este trío andaluz ha grabado uno de los discos más interesantes del panorama nacional. Poti, encargado de la guitarra y las voces, contestó amablemente a nuestras preguntas. 



¿Cuáles son los puntos de conexión estilísticos y las diferencias de Atavismo con vuestros anteriores proyectos?
La verdad es que hay bastante diferencia entre nuestras anteriores bandas con Atavismo, sobre todo en lo musical. Viaje A 800 estaba más cerca del Heavy, y Mind! era una banda de space rock/kraut... Pensamos que Atavismo es más psicodelia/progresivo, por supuesto pasado por nuestra particular batidora de sonidos.


El nombre de vuestro álbum de debut es “Desintegración”, una palabra con connotaciones de algo que termina, que desaparece, cosa paradójica ya que por el contrario este disco marca el inicio de vuestra andadura, y no el final. ¿A qué se debe la elección de este título?
Pues es un nombre que en principio queríamos ponerle al disco de Mind! y que al final no cuajó ya que en inglés no sonaba lo bien que queríamos, así que decidimos que era el momento perfecto para ponérselo a este disco.


La sensación que me provoca vuestra música es la de un viaje lisérgico en la que se visualizan multitud de paisajes que transmiten sensaciones de placidez, exuberancia, sensualidad y belleza. Parece que quedó atrás la angustia y la tensión que a veces dominaban en Viaje a 800. ¿Ha sido esto fruto de una evolución espontánea o hay otros factores que han influido?
Totalmente ha sido una evolución espontánea, la música cambia al igual que la vida y no se puede estar siempre haciendo lo mismo. Aunque creemos que en nuestra lírica no hay mucha diferencia con la de Viaje A 800 ya que el que las compone es la misma persona, más bien es una evolución como hemos dicho antes.


¿Me podríais decir algo más sobre la ilustración de la portada? ¿Por qué la elegísteis?
La portada es de nuestro gran amigo y grandísimo artista Antonio Ramírez, líder de la ya desaparecida web Mentes de Acido y uno de los mejores pintores psicodélicos de nuestro país. Simplemente le hicimos el encargo y nos hizo esa maravilla, es uno de sus cuadros llamado "La noche de San Juan".


Vuestros temas suenan fluidos y engrasados, con grooves muy trabajados pero también con cierta tendencia hacia buscar momentos más libres. ¿Cuánto hay de improvisación y de jam en vuestra música? ¿O, por el contrario, está todo calculado al milímetro?
Hay ambas cosas en nuestra música, se podría decir que un 50% de cada una. Hay partes donde podemos improvisar y lo hacemos y otras en las que todo está calculado y pensado.


En mi opinión, Poti es uno de los mejores letristas e incluso una de las mejores voces de las últimas décadas del rock español, al nivel de gente como Carlos Desastre, Javier Almendral o Corcobado. Es un lujo ver que a pesar de los sinsabores de la industria musical, de las decepciones y de la lucha que supone moverse entre ambientes tan minoritarios, sigues ahí después de todo. ¿Cómo se hace para no perder las ganas y la motivación, para no arrojar la toalla?
Ante todo muchas gracias por las comparaciones, ya me gustaría a mí poder llegar a esos niveles de composición, para mí son referentes en la música y alguno de ellos amigo, como es el caso de Carlos. No te puedo explicar cómo uno no se cansa de hacer música, he llegado a la conclusión y creo que es parte de mí, o como se suele decir, un estilo de vida.


¿Qué es la música para vosotros?
Para nosotros es lo más importante, incluso más que nuestros trabajos, pero sabemos que de esto no podemos vivir en este país, y menos con la cantidad de incultura que hay y encima cada vez peor con la de sinvergüenzas que tenemos gobernándonos ahora mismo. Es decir que estamos totalmente vendidos y con el culo al aire.


¿Me podríais nombrar tres grupos actuales a los que seguís con interés?
Actuales nos gustan mucho Retribution Gospel Choir, Wand y Wolf People, entre otros... Ahora por suerte hay muchas bandas interesantes y haciendo buena música como hacía años que no se escuchaba.


Voy a nombraros unos grupos y me gustaría que me comentáseis lo que os hacen sentir, o pensar, o lo que signifiquen en vuestras vidas.
- Pink Floyd: Sencillamente la mejor y más completa banda de la historia del rock, son capaces de todo, sólo hay que ver Live At Pompeii para darse cuenta de ello.

- Black Sabbath: Uno de nuestros grupos de cabecera, la banda con más cojones que hemos oído nunca, una válvula de escape cuando quieres mandar a la mierda tus problemas y olvidarte de todo.

- 713avo Amor: Ruido y Poesía, un referente del underground nacional desde hace mas de 20 años. Por desgracia, como todo lo bueno se acabó, dejando 2 obras maestras para el deleite del personal.

- Motorpsycho: ¿La mejor banda del siglo XXI? Pues posiblemente sí, después de haberlos visto un montón de veces en directo creo que no hay ninguna duda... Eclecticismo musical y buen hacer, ojalá nos duren muchos mas años de los que ya llevan, porque creo que sin ellos estaríamos perdidos.

Ya para terminar, ¿cuales son vuestros proyectos de cara al futuro?
¿Próximos conciertos, grabaciones, sueños?
Pues tocar, sacar canciones y grabar muchos discos... Toda la información sobre conciertos y demás la podéis encontrar en nuestro facebook.


Muchísimas gracias por contestar a mis preguntas. Es un verdadero
honor que hayáis compartido este tiempo con La Fam. ¿Algo más que
querráis añadir?

Muchas gracias por la entrevista y os esperamos en nuestros conciertos... No nos falléis!!!!

domingo, 30 de noviembre de 2014

LAMP OF THE UNIVERSE



Me imagino a Craig Williamson, el creador y único integrante de Lamp Of The Universe, en una remota comuna hippy de su Nueva Zelanda natal, rodeado de animales y naturaleza salvaje, con el olor del incienso ardiendo mientras él, en su pequeño estudio de grabación, trabaja grabando y regrabando esta maravillosa música con la que nos viene deleitando desde 2001. Escuchar la música de Lamp Of The Universe es como hacer un viaje en el tiempo hacia finales de los años 60, en plena eclosión del hippismo, la psicodelia ácida, el folk lisérgico, los sonidos del hard rock primigenio y la espiritualidad oriental. Su combinación de elementos acústicos (guitarras y sitar), teclados, percusiones varias y la dosis adecuada de fuzz y wah en plan stoner/heavy psych, así como ese ambiente tan exótico, relajante y narcotizado es un auténtico trip sensorial. Música para viajar, para cerrar los ojos y explorar nuestro interior.

Sus dos primeros discos, “The Cosmic Union” (2001) y “Echo in Light” (2002) sientan las bases de su sonido. En ellos encontramos los dos polos entre los que se mueve Lamp Of The Universe: por un lado canciones de corte acústico que mezclan el folk ácido con los ecos de la música hindú (sítar y tablas por doquier), percusión minimalista, teclados y el sonido pre-grabado de agua fluyendo, mientras que por otro lado Williamson se sumerge en terrenos más cercanos al heavy psych setentero, enfrascándose en jams super-triposas repletas de fuzz, wah y riffs absolutamente fumetas que alteran nuestra percepción. Todo ello en un ambiente hipnótico y narcotizante al máximo, sin olvidar la delicada y frágil voz de Williamson que gravita alreredor de todos estos sonidos recitando sus himnos al amor, a la luz, a la libertad, a la naturaleza y al cosmos, en un festival hippy como pocas veces se ha visto en estos últimos tiempos.

Para su tercer álbum (“Earth, Spirit and Sky”, de 2005), Williamson decidió despojarse de sus ropajes eléctricos y su arsenal de pedales para grabar un disco enteramente acústico y que, en mi opinión, es de sus mejores trabajos. Este disco tiene un enfoque muy cercano al que Popol Vuh practicaron en su época mística (en trabajos como “Hosianna Mantra”, “Seligpreisung” o “Die Nacht der Seele”). Un disco mucho más folkie que los dos anteriores, en al cual siguió profundizando en su amor por los ragas Hindúes, el misticismo oriental y la psicodelia más ácida. El sonido, de una belleza y exotismo subyugante, parte de las guitarras acústicas y el sítar, para añadir algo de percusión sencilla y rudimentaria, field recordings de ambientes naturales y, como siempre, esa voz tan especial que nos hace soñar con paisajes lejanos e inexplorados. La atmósfera que irradian las canciones es tremendamente hipnótica, sumiéndonos en un estado semi-letárgico y purificando nuestras almas a base de una belleza simple y primitiva, emocionándonos como si ya hubiésemos escuchado estas canciones en otro sitio, en otro tiempo, en otra vida, quién sabe.

Lamp Of The Universe publicó otro disco también en 2005, titulado “Heru”, pero de un perfil bastante diferente a los anteriores. Para este trabajo, Williamson decidió profundizar en el drone y los ambientes más hipnóticos, grabando un disco enteramente instrumental, donde, además de su faceta acústica, vuelve a incorporar su arsenal eléctrico de wah y fuzz y además le añade varias capas de teclados cósmicos (que por momentos le acercan al krautrock) para sí aumentar la sensación de vuelo libre. Un solo tema de una hora de duración, dividido en 7 partes, que utiliza como base el drone creado por el sítar para ir avanzando en diferentes pasajes que van combinando diversas capas de sonido, guitarras acústicas, eléctricas, percusión y teclados, con partes relajadas y otras más intensas, haciéndonos subir y bajar en un viaje absolutamente cautivador.

Sensaciones similares provocan sus siguientes discos: “From the Mystic Rays of Astrological Light” (2006), que continua en la onda de “Heru”, y “Arc of Ascent” (2007), siendo este último el disco más experimental de Lamp Of The Universe, un trabajo bastante alejado de su sonido habitual y que en cambio se decanta por los drones más intensos que nunca haya grabado Williamson, con tan sólo dos extensos temas de improvisación, drone ácido y espiritualidad tántrica, dando rienda suelta a su parte más free y ruidosa, cercana en ocasiones a Natural Snow Buildings, ofreciéndonos un nuevo viaje alucinante sin billete de vuelta posible.

En 2009, tras este período algo más experimental, Craig Williamson decidió volver a sus orígenes y grabar un nuevo trabajo (“Acid Mantra”) que nos devuelve a los sonidos de sus dos primeros discos. El título del disco ya deja claro por dónde van los tiros: atmósfera cósmica en la que fluyen los mantras creados a base de guitarras acústicas y sítar, psicodelia raga y stoner tranquilo y fumeta. Williamson vuelve a cantar en este disco, lo cual es una buena noticia, se echaba de menos en los anteriores trabajos. A destacar la inclusión del banjo y el melotrón, dos instrumentos que ampliaron el espectro sonoro y añadieron variedad a su sonido. Todo esto, junto a los ya habituales pasajes en plan space rock y las gloriosas jams ácidas repletas de teclados setenteros, percusión minimal, wah y fuzz convierten a “Acid Mantra” en uno de sus trabajos más completos y variados. Sus drones, tan exóticos y elegantes, nos vuelven a hacer volar hacia los cielos y planear sobre paisajes en la India más profunda.


Tras este disco tuvimos que esperar 4 años para poder escuchar un nuevo trabajo de Lamp Of The Universe, ya que durante ese tiempo Craig Williamson se dedicó a su otro proyecto, Arc of Ascent, con los que grabó un par de álbumes más que interesantes. Y quizás el hecho de haber trabajado con este grupo influyó en cierta manera el resultado de su nuevo disco, “Transcendence” (2013), ya que es sin duda el más cercano al rock que nunca haya grabado, y el que más se acerca al formato de “canción” (dentro del espectro del stoner y el heavy psych, claro). Por supuesto que sigue ahí el espíritu raga-psicodelia-folk-ácido, por supuesto que el aroma de la India sigue ahí, eso siempre, pero esta vez hay más pasajes con distorsión, wah super-sucio y fuzz acompañados de batería y bajo, con riffs de corte stoner trippy, y algunos fragmentos que son sin duda los más directos y agresivos que haya grabado Williamson. Sí, ciertamente el disco suena a folk y suena a raga, pero tiene muchos más elementos cercanos al rock que en anteriores trabajos. Sólo hay que ver cómo se cierra el disco, con ese glorioso tema titulado “Beyond the material world”, un auténtico viaje ácido, una joya del space rock que nos envuelve con sus lisérgicos solos de guitarra, las diversas capas de melotrón y teclados vintage y la voz de Williamson recitando sus mantras que nos hacen despegar una vez más del suelo y nos llevan hacia otros mundos y paisajes distintos a los que podemos ver con los ojos.

domingo, 5 de octubre de 2014

ELECTRIC WIZARD: "Time to Die" (2014)



Electric Wizard son sin duda uno de los grupos más excitantes del momento. Un grupo que capta a la perfección el espíritu de nuestro tiempo, esta época de desilusión, crisis y decadencia, ofreciendo refugio y olvido a miles y miles de almas desencantadas a través de sus hipnóticos riffs y su embriagadora atmósfera, repleta de referencias al ocultismo, las drogas, el desenfreno sexual y demás paraísos artificiales.

Hace unos meses Justin Oborn decía en una entrevista que, en nuestra sociedad, se nos hace creer que todo irá a mejor en el futuro, que tenemos que luchar y esforzarnos porque así el día de mañana la situación cambiará y tendremos todo lo que necesitamos para ser felices. Pero llega un momento en la vida, añadía el líder de Electric Wizard, en que te das cuenta de que no es así, de que todo ha sido una puta mentira, y de que, a pesar de todas esas promesas, estás absolutamente jodido.

Es en este espacio mental en el que Electric Wizard se mueven a la perfección desde hace más de dos décadas: han sabido captar la desilusión y el hastío de jóvenes (y no tan jóvenes) que se ven aislados en el mundo, sin encontrar su sitio y sin perspectivas para el futuro. Sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para ver que el mundo está más jodido que nunca y que hay alguna cosa que no funciona. Podemos engañarnos a nosotros mismos mirando hacia otro lado y haciendo ver que la cosa no va con nosotros, pero el caso es que estamos metidos hasta el cuello. Y, al igual que ocurrió a finales de los 60 y principios de los 70 con el nacimiento del hard rock y el heavy metal, y gente como Black Sabbath, Blue Cheer, MC5 o Hendrix, cuyos discos (ayudados del consumo de todo tipo de sustancias) hacían olvidar la realidad que rodeaba a millones de jóvenes, hoy Electric Wizard se han convertido en el mejor antídoto para escapar de toda la mierda que nos rodea. Su nihilismo, su actitud tan irreverente y provocadora, sus letras sencillas pero convincentes, su desprecio hacia la sociedad y su entrega absoluta y demente al poder del riff les convierte en referente para todos aquellos que, por un motivo u otro, se sienten marginados y alienados.

“Time to Die” (2014) ha tardado cuatro largos años en ser gestado. Ya lejos queda aquel “Black Masses” de 2010 que recibió críticas de todo tipo, desde algunas diciendo que era lo mejor que habían grabado hasta otras que acusaban al grupo de haber perdido sus señas de identidad. En estos cuatro años han sucedido muchas cosas en el seno del grupo: abandonaron de mala manera su sello discográfico de toda la vida (Rise Above) entre todo tipo de acusaciones mutuas; hubo diversos cambios de formación, todos ellos siempre acompañados de bronca y malos rollos (caso del retorno y posterior salida de su ex-batería Mark Greening); y también hubo voces aquí y allá que empezaban a profetizar que Electric Wizard estaban acabados, sin ideas y que musicalmente ya no tenían nada más que aportar. Me imagino lo que les puede haber pasado por la cabeza a Jus Oborn y a Liz Buckingham durante todo este período de tiempo, y, por lo que comentaban en diversas entrevistas, se sintieron acosados por todo tipo de mentiras, traiciones, acusaciones y desprecio, algo que sirvió como catalizador para crear estas nuevas canciones, rodeadas de un halo de odio, terror, locura y violencia que han convertido este disco en toda una bomba de relojería.

Tan sólo el título del disco (“Time to Die”) ya es una declaración de intenciones. Tiempo de morir, tiempo de acabar con todo, de destruirlo todo para así crear algo nuevo, diferente a lo que conocemos. Esos ojos derramando lágrimas en la portada, y al mismo tiempo esa mariposa con alas de plomo que alza el vuelo pesadamente. La vertiente apocalíptica y destructiva de Electric Wizard es algo que nos han venido demostrando en cada uno de sus discos, y quizá sea en este último (así como en su clásico “Dopethrone”) en el que encuentra su expresión más depurada y explícita. Jus Oborn se ha pasado los últimos cuatro años prometiéndonos un disco malsano y mórbido que iba a girar obsesivamente en torno a la muerte y el odio, y joder si lo ha conseguido.

Tras una breve intro en la que se oyen fragmentos de un documental hablando del crimen ritual protagonizado por Ricky Kasso (crimen marcado por las drogas, el satanismo y el heavy metal, tres conceptos que en los 80 eran realmente chungos) el disco se abre con “Incense for the Damned”, que nos muestra a unos Wizard rejuvenecidos y en un estado de forma asombroso, con esa habilidad que tienen para escribir riffs densos, graves, pesados e hipnóticos pero al mismo tiempo pegadizos y memorables (me atrevería a decir que después de Black Sabbath son el grupo que mejor ha sabido hacer esto). Oborn entona con auténtico desprecio líneas como “I don't give a fuck about anyone or your society”, me importa una mierda la gente y tu sociedad, un himno para todos aquellos que le han dado la espalda a la sociedad, todos aquellos que se sienten abandonados y cuyo único refugio es ese “incienso” humeante que les hace olvidar el asco que sienten por este mundo. Sin tiempo para dejarnos respirar, suena el tema que da título al álbum, “Time to Die”, con otro alucinante riff de aire setentero, que en manos del dúo Oborn-Buckingham suena grasiento, fluido, guarro, absolutamente glorioso. Parece mentira que lo hagan tan fácil y tan efectivo, disipando cualquier atisbo de duda y volviendo a demostrar que son los indiscutibles maestros del riff y los herederos de Tony Iommi. Una vez más, es tiempo de morir, o quizás ya estamos muertos y no lo sabemos... El tercer tema es el durísimo “I Am Nothing”, con otro riff super-básico, primitivo, surgido del origen de los tiempos y ante cuya magnitud y poder lo único que podemos hacer es arrodillarnos y sentir cómo nos aplasta con su peso. De nuevo otra dosis de nihilismo y apología de la violencia, otro himno para esas personas que ya saben que no son nada, que no le importan a nadie, y que enarbolan la bandera del odio hacia la humanidad expandiendo el caos y la destrucción a través del asesinato y el terrorismo arbitrario. El interludio “Destroy Those Who Love God” nos da un breve respiro mientras suena una jam ácida y sedante sobre la que vuelven a escucharse voces que insisten en el crimen de Ricky Kasso (que es uno de los ejes fundamentales de este disco). El siguiente tema, “Funeral of Your Mind” nos ofrece un cambio de táctica ya que el riff principal es un medio tiempo mezcla de Loop y Monster Magnet y en el que también hay ecos del sonido Detroit que tanto ama Jus Oborn. Una base hipnótica espoleada por voces macabras que nos hablan del funeral de la mente, de ese momento de la madrugada en el que uno ve que ha llegado al límite de sus fuerzas, en el que estás completamente solo y ya no sabes qué hacer ni a dónde huir, para así sumergirte en la locura y la desesperación, o quizás en el suicidio. “We Love The Dead” vuelve a los riffs lentos, oscuros, marca de la casa, esos sonidos graves que hacen temblar los altavoces y las paredes, esos solos empapados en wah-wah ácidos y guarros que ponen los pelos de punta y esa letra a lo Alice Cooper en la que se nos dice que es mejor amar a los muertos que a los vivos, ya que los muertos no nos pueden mentir ni traicionar. “Sadio Witch” tiene un riff que recuerda (y mucho) al del tema “Black Masses” (de su anterior lp) pero es algo así como una nueva vuelta de tuerca, haciendo un guiño al riff original pero transformándolo en algo más oscuro y macabro. Este es sin duda uno de los temas más pegadizos del disco, donde de nuevo Electric Wizard nos vuelven a dar una lección de cómo combinar violencia, riffs lentos y oscuros con melodías memorables. Este tema recupera las obsesiones sexuales tan habituales en la discografía de Electric Wizard y nos muestra su faceta más viciosa así como su fascinación por las sectas satánico-sexuales, el sado-masoquismo y las películas de Jess Franco o Jean Rollin, con esas imágenes de perversiones nocturnas y mujeres vestidas de cuero negro que esclavizan a hombre a través del látigo y las cadenas pero también de la droga negra que le suministran. Nos acercamos al final de este fascinante bad trip con “Lucifer's Slaves”, uno de los mejores temas de la discografía del grupo, que alcanza aquí un nivel difícil de superar con ese riff oscilante y poderoso que combina a la perfección el sonido de Blue Cheer y de Black Sabbath, sonidos agresivos y ácidos, solos de guitarra expansivos, atmósfera espacial y psicodélica y unas letras que vuelven a hacer referencia a esa legión de freaks, perdedores y fracasados asqueados de la vida y la sociedad, esos esclavos de Lucifer cuya sangre es LSD y hierba, muertos en vida cuyo único objetivo es el olvido, salir de este infierno que les rodea, mientras gritan “Fuck your world, fuck everything...” A la mierda el mundo, a la mierda todo... Tras este estremecedor viaje suenan las notas de “Saturn Dethroned”, otra jam misteriosa que poco a poco nos devuelve a la miserable realidad. Sólo queda otra opción: darle al “play” otra vez y sumergirnos en el fascinante universo de Electric Wizard, cerrar los ojos y olvidar.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

CUTTHROATS 9



Mientras Unsane se tomaban un descanso entre los años 2000 y 2005, su guitarrista y cantante Chris Spencer decidió mudarse una temporada de Nueva York a San Francisco, donde formó un proyecto llamado Cutthroats 9. Por el motivo que sea siguen siendo criminalmente desconocidos, a pesar de que sus tres únicos trabajos (el disco “Cutthroats 9” en 2000, el e.p. “Anger Management” en 2001 y el más reciente “Dissent” de 2014) son toda una joya para los amantes del rock and roll más violento y brutal. Spencer podía haber planteado una propuesta más suave o asequible para intentar acceder a un mayor público, o quizás podía haber sacado a relucir otra faceta a nivel creativo y ofrecer un producto diferente al que nos tenía acostumbrados con Unsane, pero qué va, nada de eso. En vez de ir a por la pasta, decidió hacer un proyecto todavía mas underground y anticomercial. Con una convicción incontestable creó un nuevo grupo todavía más salvaje, ruidoso y abrasivo que Unsane (si es que eso era posible). Así pues no hay sorpresas con Cutthroats 9: el sonido Unsane sigue ahí, pero radicalizado, con mayor influencia del hardcore, con riffs más acelerados y adrenalínicos, con esa voz que sigue rugiendo y escupiendo bilis, sacando a la luz sus miedos y frustraciones con la sinceridad y rabia habituales. De vez en cuando nos regalan algún riff más lento, de cierto regusto a blues enfermizo, siempre acompañados de esos chirridos de feedback ensordecedor en la onda del sludge noise que tan bien dominan Unsane, pero en general abundan los medios tiempos dominados por una urgencia y un nervio frenéticos. El bajo suena grueso y crepitante (cortesía de Dave Curran, el bajista de Unsane), con un batería hiperactivo que ofrece un despliegue de variedad rítmica, ferocidad y precisión técnica (Will Carroll) y por supuesto esas guitarras crujientes y esos riffs sencillos, directos, sucios y rebosantes de odio a cargo de Spencer. Por supuesto, el mal rollo y la depresión permanente siguen ahí, es algo que llevan en el ADN, tanto un grupo como el otro. Una espectacular guinda para una trayectoria admirable como es (y esperemos que siga siendo durante muchos años) la de Chris Spencer.


jueves, 24 de julio de 2014

CURRENT 93: "IMPERIUM" (1987)


1987 fue un año difícil para David Tibet. Sufrió graves problemas de salud y los médicos barajaron la posibilidad de que sufriese de un tumor cerebral. Aquejado de ataques de pánico, pérdida de coordinación y agorafobia, Tibet fue ingresado en varios hospitales para tratar de curarle. Mientras atravesaba una de las etapas más complicadas de su vida, Tibet utilizó el arte como terapia y transformó su angustia en una de las obras más personales e intensas de Current 93. La creación artística como tabla de salvación y como exorcismo de nuestros miedos, una vez más. “Imperium” es un disco que habla de manera obsesiva sobre la muerte, sobre la decadencia de la civilización y del ser humano. Afligido por sus circunstancias personales y su estado de salud, Tibet sentía cerca tanto su final como el de la raza humana, y nos mostró sin piedad y sin tapujos todas sus obsesiones empapadas en la poesía y el romanticismo más oscuro y exacerbado. 

Grabado en 1987, “Imperium” es uno de los discos más destacados en la extensa discografía de Current 93. Esta obra ejerce de puente entre sus anteriores trabajos (ambient-industrial de corte ocultista y esotérico) y sus posteriores trabajos (más cercanos al folk ácido y apocalíptico). “Imperium” se encuentra en la mitad de esta encrucijada creativa, recurriendo a elementos de una y otra fuente para crear así una obra de atmósfera irreal, onírica, entre el ensueño y la pesadilla, y con esa frágil voz de David Tibet que se dedica a susurrar sus textos en los que combina cristianismo, budismo, misticismo y letanías apocalípticas. 

La cara A del disco contiene una fascinante suite dividida en cuatro partes y titulada “Imperium”. Pocas veces he oído una música tan terrorífica y tan hermosa al mismo tiempo. Los sonidos (algunos interpretados a tiempo real y otros tomados de diversas fuentes sonoras y después manipulados) crean una atmósfera onírica, melancólica, sub-acuática, rica en sonoridades y en ecos medievales y místicos. La combinación de esta música con los textos que Tibet recita (todos ellos orbitando alrededor de la muerte, la extinción, el final de nuestro ciclo, la vanidad y futilidad de nuestros sueños y los bienes materiales), es una experiencia estremecedora pero de una belleza escalofriante, de un calado poético y espiritual arrebatador. Las cuatro piezas que conforman esta suite fluyen de manera natural y se van metamorfoseando y transformado sin que nos demos cuenta, mientras las distintas atmósferas, ecos y reverberaciones sonoras nos guían en un viaje sombrío, majestuoso, y alucinante. 

La cara B de este precioso vinilo ofrecía cuatro temas que siguen con la misma temática pero abordándola desde otras perspectivas. “Be” es una breve incursión en el folk que en posteriores discos de Current 93 irá tomando su forma definitiva. “Locust” es una angustiosa canción de sonoridades disonantes donde las guitarras, bajo y percusión van in crescendo acompañadas de la voz de Tibet que en este momento deja de susurrar para pasar al grito más salvaje. El enfoque contemplativo y meditativo de la cara A se convierte por momentos en una pesadilla claustrofóbica y violenta de la que no hay salida excepto en la muerte. El siguiente tema, titulado “Or”, es otra fascinante pieza donde la combinación de canto gregoriano, canciones nazis de la segunda guerra mundial y sombrías e inquietantes grabaciones de diversos sonidos manipulados en estudio sirven de fondo para que Tibet vuelva otra vez a entonar sus letanías agónicas y apocalípticas. El álbum se cierra con “Alone”, una desgarradora canción donde una espartana línea de bajo y otra de sintetizador acompañan a la voz de Tibet, quien reflexiona sobre la soledad, la desilusión, la enfermedad, el sufrimiento humano y la inutilidad de la vida. Un final de corte más íntimo y personal y que sirve como conclusión a un disco que nos deja exhaustos y sin palabras, tocados en nuestro interior pero en cierta manera purificados. 

Y la pregunta es: ¿sirve de algo tanto sufrimiento? Sin ninguna duda. Así pues, sólo me queda volver a reflexionar otra vez sobre mi último día con esta hermosa música.

miércoles, 18 de junio de 2014

REGULATOR WATTS


Alex Dunham fue uno de los guitarristas más interesantes e idiosincráticos de los años 90. Su trabajo en grupos como Hoover y Abilene así lo demuestra. En medio de estos proyectos, Dunham fundó un trío llamado Regulator Watts, cuyo único disco, “The Aesthetics Of No-Drag” (1997) y un ep (“Mercury”, de 1998) son uno de esos tesoros prácticamente desconocidos del underground norteamericano. Su revisión del post-hardcore pasa obligatoriamente por Fugazi, Slint y June of 44, pero el grupo dotó a su propuesta de una personalidad y un sonido propio que les convirtió en algo muy especial. Su música ruge desde los altavoces y hace explotar los tímpanos con ese sonido seco, crudo, electrificado e increíblemente intenso que Regulator Watts crearon con inusitada madurez. Sabían utilizar con gran acierto el contraste entre ruido y silencio, entre calma tensa y explosiones de violencia, entre feedback incendiario y melodías inquietantes. Su acercamiento al rock era casi minimalista, ya que el sonido es más bien espartano, basándose en ese descomunal sonido de guitarras para ir creando tensión y explorar estructuras intrincadas con tan sólo tres instrumentos. Las complejas estructuras (otra vuelta de tuerca al post-hardcore) suenan sencillas en sus manos, combinando guitarras ultra-disonantes y torturadas (pocas veces he escuchado a alguien hacer gritar a su guitarra de esa manera) con una base rítmica super-compenetrada y fluida, todo ello rematado por una voz que va desde el susurro más lánguido al grito desgarrador. En ocasiones el trío crea atmósferas cercanas al slow-core, con ritmos lentos y ecos fantasmagóricos (que más tarde explorarían en Abilene) para después estallar en ritmos abruptos, sincopados y en abrasivas andanadas de riffs atonales y rugientes de distorsión. A pesar de ser un trío, los niveles de ruido, de salvajismo sonoro y de catarsis a los que llegan (con muchísima clase y elegancia, eso sí) son sencillamente gloriosos. Una magistral lección de belleza y violencia, como un caballo loco desbocado galopando sin rumbo hacia un acantilado.

martes, 20 de mayo de 2014

JAN SVANKMAJER: "Conspirators Of Pleasure" (1996)


Caminando por la ciudad de madrugada, muchas veces me he preguntado qué es lo que se escondía tras esas cortinas, persianas y puertas cerradas de casas y edificios. Qué tipo de prácticas, de actos, de perversiones innombrables estaban siendo llevadas a cabo por ciudadanos respetables que durante su faceta diurna aparentan ser grises e inofensivos, pero que en la intimidad se convierten en sátiros insaciables y siempre insatisfechos. Nuestra mirada se cruza con la de alguien al que no hemos visto en nuestra vida, y al que no volveremos a ver jamás, y durante esas décimas de segundo notamos algo que nos hace plantearnos qué puede haber hecho esa persona unas horas antes (qué habrán tocado sus manos, dónde habrá hundido su lengua, qué objetos habrán acariciado o golpeado su cuerpo) para después seguir cada uno nuestro camino. Todos esos deseos inconfesables que son realizados de puertas para adentro, sin que nadie lo sepa. Todo el vicio y la degeneración que el ser humano posee en su alma, por mucho que la educación y la civilización hayan intentado reprimir y ocultar. Es precisamente esto lo que Svankmajer nos muestra en “Conspirators of Pleasure”: vemos las vidas de varios ciudadanos anónimos y aparentemente normales, pero que en su intimidad se entregan a las prácticas eróticas más inusuales y grotescas. Estos exploradores del placer, guiados ciegamente por sus obsesiones y su deseo imposible de reprimir, entrecruzan sus caminos, sus pasos y sus miradas por la ciudad de Praga. El objetivo de Svankmajer en esta película era el ensalzar la libertad absoluta y el auto-erotismo, convirtiendo el cuerpo entero en una gigante zona erógena donde cualquier parte de nuestra anatomía sea capaz de sentir placer, en una visión sexual influida por Sade, Sacher-Masoch, Buñuel y Ernst, entre otros. Svankmajer, el maestro del surrealismo más perverso y morboso, nos ofrece una película que, a pesar de ser muda, no pierde ni un ápice de intensidad ya que los sonidos, la música y ese impresionante despliegue visual de sugerentes imágenes nos sumergen en un mundo irreal donde los personajes dan rienda suelta a sus pasiones más secretas y a las prácticas más extravagantes. Una película tremendamente erótica y sensual, en la que los cuerpos humanos y las sensaciones ocupan un lugar predominante, enfocados desde una perspectiva que combina lo absurdo y lo hermético con el humor más negro imaginable. Fetichistas, sádicos y masoquistas, los personajes de “Conspirators of Pleasure” buscan sin descanso el placer extremo, como el vecino y la vecina, solitarios y anónimos, que entran en una espiral sado-masoquista de delirio mórbido y violento en la que él se convierte en un gallo totémico, en un semental desbocado que termina exterminando al objeto de su deseo, mientras que ella, inmersa también en ese juego auto-destructivo, se sueña como una dominátrix que humilla, castiga y asesina a su vecino, convertido en un enclenque muñeco de paja. El resto de personajes también viven entregados al placer, cada uno atrapado en su propio mundo de deseos y sueños compulsivos, como la empleada de correos que esnifa bolas hechas con miga de pan para después extraerlas de su propio cuerpo y dárselas de comer a unos peces que chuparán los dedos de los pies de una presentadora de televisión que llega al orgasmo en antena mientras el propietario de una papelería, enamorado de su imágen televisiva, la ve en directo, mientras goza con una máquina auto-erótica con la que sueña que su musa se le entrega, o ese policía que ha creado diversos juguetes sexuales hechos de clavos, brochas, cepillos, plumas, para así poder acariciar su cuerpo de arriba a abajo hasta el clímax en una explosiva mezcla de placer y dolor... Todos ellos maquinando sin descanso en búsqueda de un único objetivo, para terminar la película y ver que el proceso puede continuar hasta el infinito, intercambiándose los papeles y los deseos, encerrados en un laberinto de rituales psico-sexuales sin fin, para así empezar otra vez en un bucle infinito de obsesión, lujuria y placer.

martes, 29 de abril de 2014

SATAN'S SATYRS


Es muy de agradecer que de vez en cuando salga algún grupo que le dé una patada en los huevos al establishment musical y que sacuda los cimientos del cementerio del rock and roll inyectándole una dosis de sangre nueva. Grupos que nos devuelvan a las raíces perversas y malvadas del rock, que nos recuerden el peligro y las emociones fuertes que caracterizan a este sonido, que nos enchufen electricidad a la columna vertebral con una buena sesión de riffs sucios y grasientos, como hacían Sabbath, Blue Cheer, los Stooges, Motörhead y compañía. Esto me ocurrió en los 90 con grupos como Sleep o Electric Wizard, y posteriormente con gente como Orchid o Uncle Acid And The Deadbeats. La misma sensación me produjeron Satan's Satyrs: adoración del riff fumeta y narcótico, vuelta a lo básico, a las raíces, sin inventar nada nuevo pero reciclando los sonidos del hard rock, el doom y el heavy psych clásico reinterpretándolos con descaro y un desprecio absoluto por las modas y tendencias imperantes. Un sonido puro, atemporal, que nos electrocuta e hipnotiza hasta que caemos en el desvanecimiento y el olvido absoluto.
Al escuchar su single “Lucifer Lives” (2010) me quedé de piedra al ver que un grupo de ahora sonaba clavado a los Venom del “Welcome To Hell”. Ese mismo sonido cavernícola, con la batería chapucera martilleando sin piedad, los riffs de guitarra asquerosamente sucios y ácidos, ese bajo grueso y crepitante que lo domina todo y esas voces que vomitan rabia y misantropía. El personaje que andaba metido detrás de semejante artefacto era un norteamericano veinteañero llamado Clayton Burgess, que a pesar de su juventud demostró que sabía lo que estaba haciendo con una madurez insultante. Tras largas sesiones nocturnas de cine de terror setentero, ángeles del infierno, erotismo chungo, sustancias alucinógenas variadas y discos de Electric Wizard, Black Sabbath y Black Flag sin parar, la propuesta de Satan's Satyrs iba tomando forma.
Su álbum de debut apareció en 2012 (“Wild Beyond Belief!”) y confirmó todas las expectativas que se habían creado. Esa mezcla de Electric Wizard, Venom, Black Flag, MC5 y Blue Cheer continuaba sonando explosiva y liberadora. Clayton lo grabó en su sótano en 8 pistas, así que la producción es lo-fi a más no poder, increiblemente denso, grave, cavernícola y supurante de distorsión y ruido. Además, él mismo se encargó de grabar todos los instrumentos, aunque eso ni se nota porque los temas suenan engrasados como una máquina. Un disco de intensidad aplastante, repleto de temas energéticos, sencillos y básicos directos a la yugular, moviéndose una vez más entre distintas aguas: el fuego del hard rock setentero, la pesadez del doom metal, la fluidez del heavy psych... pero pasado por el filtro del punk, porque efectivamente, hay veces que Satan's Satyrs parecen una centrifugadora en donde los riffs clásicos del hard rock son interpretados con la fiereza del punk. La fascinación por el cine satánico y ocultista de serie B, el euro-sleaze y los Hell's Angels se observa claramente en los textos de las canciones. Con la publicación de este disco Satan's Satyrs se convirtieron en la gran sensación del underground norteamericano, estableciendo una reputación que sólo ha hecho que crecer, especialmente desde que Clayton se unió a los míticos Electric Wizard en 2013, con los que ahora toca el bajo y con los que ha grabado un disco que promete ser histórico.
Había mucha expectación por ver cómo iba a ser su segundo disco y cómo iban a evolucionar, y el primer cambio notable fue que Satan's Satyrs pasaron de ser una one-man band a un power-trio, ya que Clayton Burgess (bajo y voz) reclutó a Jarrett Nettnin a la guitarra y a Stephen Fairfield a la batería, y anunció que sus nuevos temas iban a ahondar en las raíces más rockandrolleras, o sea que la cosa prometía. Su segundo trabajo llegó por fin en 2014 (lleva por título “Die Screaming”) y demuestra una madurez y una clara evolución en su planteamiento. Lo primero que llama la atención es que el sonido es algo más limpio que en el debut, se nota que le han dedicado más tiempo a la producción, así que ya no hay aquella distorsión y ruido al que nos tenían acostumbrados sino que tanto los instrumentos como las voces suenan mucho más depurados. Las canciones también estan más trabajadas a nivel de estructura: el grupo trabaja como power-trio y esa química especial se transmite a la música, cuyos grooves se vuelven más adictivos conforme pasa el tiempo. Los ecos de Venom y el doom más lisérgico han pasado a un segundo plano, mientras que se ha acentuado la parte más representada por el hard rock de finales de los 60 y el proto-metal primitivo. Satan's Satyrs han ampliado su horizonte sonoro y han dado un valiente paso adelante combinando la pesadez de los riffs, atmósferas psicodélicas y los estribillos pegadizos y memorables, yendo más allá del triángulo Wizard-Stooges-Blue Cheer para así ir añadiendo diferentes pinceladas que hacen más rica su excitante propuesta.


domingo, 16 de marzo de 2014

SHUB NIGGURATH


“Nuestro objetivo es conseguir la expresión más extrema de nuestra sensibilidad”.
“Nuestra música es extrema: nos hemos volcado por completo en ello”.
“Desde el principio, nuestra intención ha sido controlar el ruido”.
Tales declaraciones perfectamente podían encajar en el credo de cualquier grupo grindcore o de música industrial, pero no es este el caso ya que corresponden a frases extraidas de diversas entrevistas al grupo francés Shub-Niggurath. Y es que, efectivamente, estos franceses fueron uno de los grupos más extremos y radicales que hemos conocido en las últimas décadas.

Formados en 1982, Shub-Niggurath iniciaron su trayectoria influidos por la escuela zeuhl y el rock progresivo más heterodoxo, es decir, Magma, Univers Zero y Present. En un principio su intención fue explorar a nivel sonoro los universos malsanos de H.P. Lovecraft (de hecho Shub Niggurath es el nombre de una deidad en el panteón de dioses que creó el escritor de Providence) y crear una música que fuese lo más oscura y extrema posible, partiendo del zeuhl pero recurriendo a la improvisación, al caos, al ruido y a las disonancias más desagradables.

Grabaron una espectacular maqueta en 1985 (titulada “Shub-Niggurath”) donde ya plasmaron en cinta ese sonido tan oscuro y extremo que les caracterizaba, moviéndose en los parámetros del zeuhl, el avant-prog, el chamber-rock más expresionista, la improvisación libre y la música contemporánea. Objeto inmediato de culto, circularon algunas copias en los ambientes más underground que hicieron ver a la prensa que nos encontrábamos ante uno de los grupos más interesantes de los años 80. Esta demo fue re-editada por el sello francés Soleil Zeuhl en 2009 y nos hizo ver a aquellos que no pudimos en su momento que, efectivamente, Shub-Niggurath ya eran una máquina perfectamente engrasada a pesar de lo poco que llevaban juntos.

Su debut discográfico fue el disco “Les morts vont vite”, de 1986 (re-editado por Musea en 1997), donde continuaban profundizando en el sonido de su maqueta. Las influencias zeuhl seguían ahí, pero radicalizadas y llevadas a sus últimas consecuencias: Magma nunca sonaron tan ruidosos ni expresionistas. Su macabra portada ya era indicación de lo que íbamos a encontrar en su interior: las extensas composiciones, de una oscuridad estremecedora, avanzan en estructuras lentas y opresivas, donde las atmósferas lóbregas son atravesadas por explosiones de ruido y cambios de ritmo imprevisibles. Esta oscuridad, tal y como declararon en diversas entrevistas, tenía un origen romántico: querían asomarse al interior de sus mentes, a esas profundas e inquietantes aguas que cobijan tantos y tantos abismos y pensamientos ocultos, sentir el vértigo de la dimensión atemporal del universo. El diverso y variado origen de los miembros del sexteto fue un elemento clave en la originalidad de su sonido: la batería de Franck Coulaud marca los tiempos lentos pero con una pegada brutal; el bajo ultra-distorsionado y grueso de Alain Ballaud (en la estela de Janick Top o Bernard Paganotti); las torturadas guitarras de Frank Fromy, cuyo trabajo en este disco es sencillamente prodigioso, llevando a cabo un ejercicio de estrangulamiento de su guitarra como pocas veces se ha visto, exprimiendo cada nota como si fuese un grito agonizante o un electro-shock directo al sistema nervioso, creando atmósferas paranóicas comparables a las de Roger Trigaux; el trombón de Veronique Verdier, que añade densidad y graves al sonido; la delicada voz operística de Ann Stewart, que funciona de contrapunto ante la brutalidad y violencia de la música del grupo; y Jean-Luc Hervé, que venía de la música contemporánea (había estudiado con los compositores Gerard Grisey y Tristan Murail y formaba parte de la corriente de la “música espectral”) y que se encargó del piano, órgano y harmonium, contribuyendo a la complejidad de las composiciones y a la riqueza en la paleta sonora del grupo. Esto iba mucho más allá del zeuhl, es más, se podría decir que fue un sacrilegio para la ortodoxia del movimiento, era algo tan absolutamente apocalíptico y terrorífico que los puristas se llevaran las manos a la cabeza ante tamaña barbaridad de disco.

Tuvieron que pasar 5 años para que Shub-Niggurath nos ofrecieran la continuación de su magistral debut. Su segundo disco se tituló “C'etaient de trés grands vents” y lo publicó Musea en 1991. Estaba claro que un grupo tan inquieto no se iba a conformar con repetir la fórmula de su anterior trabajo, y así fue: el cambio a nivel estilístico fue más que notable, así como la radicalización de su sonido, que se alejó por completo del zeuhl e incluso del rock para adentrarse en terrenos más cercanos a la música contemporánea y la música electroacústica. Hubo algunos cambios en la formación que probablemente contibuyeron a esta metamorfosis. El batería Franck Coulaud fue sustituido por Edward Perraud y Michael Kervinio, dos músicos cuya contribución al nuevo sonido del grupo fue fundamental ya que rompieron los lazos con el rock al crear estructuras arrítmicas e improvisadas, encontrándose cómodos en la improvisación y en ocasiones enzarzándose en repeticiones obsesivas. La vocalista Ann Stewart fue reemplazada por Sylvette Claudet, también de corte operístico, que se lanzó sin miedo a interpretar estas composiciones tan complejas. El guitarrista Frank Fromy también dejó el grupo, así que Jean-Luc Hervé, además de seguir ocupándose del piano y el harmonium, se encargó de la guitarra eléctrica continuando en el estilo de Fromy: Shub-Niggurath estaban más centrados en el timbre y las texturas, de ahí que utilizaran las guitarras casi como si fuesen sintetizadores para generar ruido y atmósferas, evitando las melodías o los riffs. Así pues, “C'etaient de trés grands vents” está muy lejos de los orígenes del grupo: este es un disco mucho más difícil de escuchar ya que no hay ni una sola “canción” propiamente dicha. No hay melodías, no hay una estructura clara, los sonidos son abrasivos, atonales y disonantes, pero al mismo tiempo intensos a nivel emocional, estremecedores. Los instrumentos son los mismos que en el pasado, la brutalidad y la oscuridad también, pero expresada en otro lenguaje, mucho más frío, distante y abstracto. La polémica estaba asegurada, y una vez más el grupo recibió críticas muy halagadoras así como quejas por ese sonido tan “inaudible” y alienante que estaban creando.


En el año 1995, uno de los miembros fundadores del grupo, el bajista Alain Ballaud, murió debido a un cáncer. Esta lamentable desgracia dejó muy tocado al resto de componentes, que intentaron continuar con Shub-Niggurath durante un tiempo pero finalmente optaron por finiquitar el proyecto. En 2003 salió su último trabajo (“Testament”) que recogía distintas piezas grabadas en la primera mitad de los 90, y donde continuaban explorando ese sonido de corte más improvisado y disonante que iniciaron en su anterior disco, llevándolo más lejos todavía en términos de intensidad y violencia. “Testament” sirvió de epílogo a la trayectoria de este fascinante proyecto, cuya música va ganando en relevancia conforme avanza el tiempo.

lunes, 10 de febrero de 2014

TOADLIQUOR


Putos Toadliquor. El santo grial del sludge norteamericano junto a Eyehategod y Grief. Estos tres grupos fueron la base del movimiento en la primera mitad de los 90, partiendo del patrón dejado por Sabbath y los Melvins para sumergirse en las profundidades de la alienación, la misantropía y el rollo chungo en todas sus variantes. Es difícil plasmar estas sensaciones en la música, pero el sludge es un género que lo consiguió a la perfección: un sonido deprimente, desagradable, supurante de rabia y mal rollo, reflejo de la parte más oscura de nuestra sociedad, de todos aquellos cuya existencia se ha visto superada por las circunstancias y ya sólo aspiran a sobrevivir un día más atrapados en un círculo asfixiante de soledad, abandono, miedo, incertidumbre y podredumbre física y moral. El grito obsceno de las mentes perturbadas y las almas torturadas, el alcohol bebido en la soledad de la madrugada, la sensación de que ya no le importas a nadie, puedes morir y mañana nadie te recordará.
Mientras Eyehategod y Grief sobrevivieron durante unos cuantos años y su discografía fue aumentando, el caso de Toadliquor es diferente ya que sólo grabaron un álbum (el mítico “Feel My Hate, The Power Is The Weight” en 1993) y un ep para desaparecer sin más, hasta que el sello Southern Lord les ofreció una más que merecida re-edición del disco en 2003 (con algunos temas extra), rebautizado como “The Hortator's Lament”.
Toadliquor no engañan a nadie, van a lo que van, y al que no le guste, pues ya lo sabe. Guitarras chirriantes nos azotan con lacerantes riffs de ácido sulfúrico mientras suena un desagradable zumbido de fondo (supongo que es el bajo) y la percusión quebrantahuesos avanza a paso de mamut marcando los ritmos con parsimonia funeral. Los riffs son lentos y aplastantes hasta la desesperación, con cierta tendencia al caos y a la cacofonía, hay veces que esos tempos tan terminales parece que vayan a derrumbarse y el grupo se vaya a sumir en el ruido más absoluto pero de repente, no se sabe cómo, vuelven a resurgir para continuar agonizando un poco más, eso sí, reptando por las cloacas más sucias. Y esa voz, ese grito desnudo y visceral, salido de las entrañas calientes de un ser humano sumido en la miseria y la confusión. La voz se convierte en un instrumento más al servicio de esta infernal máquina de disonancia y feedback. Imposible entender lo que dice, pero conforme grita imagino que no debe ser nada agradable. Un ejercicio de exorcismo interior y comunicación primitiva más allá del lenguaje.

Es preocupante saber que hay gente que en su sótano o en el local de ensayo compone y graba esta música. Y más preocupante es pensar que después hay gente que lo escucha en sus casas. Cuánto vicio, cuánta degeneración. Esto no tiene arreglo.

miércoles, 22 de enero de 2014

CONFESSOR


Recuerdo cuando apareció el primer disco de Confessor allá por 1991. Fue lanzado por un sello al que seguía con mucho interés en aquella época, Earache Records, cuya especialidad era la música más extrema en el campo del death metal, el grindcore y la música industrial. Confessor fue una conmoción para muchos de nosotros por aquel entonces, ya que su sonido tenía muy poco que ver con lo que Earache nos tenía acostumbrados, pero a pesar de eso fue un auténtico descubrimiento: su sonido era tan extremo como los de otros grupos de la misma discográfica pero enfocado desde otra perspectiva, algo que abrió nuevos horizontes para muchos, demostrándonos que el extremismo sonoro podía ir acompañado de elegancia, estilo y complejidad en su elaboración.

El sonido de su debut (“Condemned”) partía de cierta raiz doom pero desde un ángulo muy poco convencional, con un estilo propio e intransferible, mostrando a unos músicos de un virtuosismo apabullante pero que no se perdían en florituras preciosistas ni en pajas mentales sino que nos ofrecían una música increíblemente compleja y asfixiante, con unos riffs de base Sabbath / Trouble / Melvins pero interpretados de manera retorcida, melodías intrincadas, patrones sonoros rompe-neuronas, cambios de ritmos constantes e imprevisibles. La doble sección de guitarras se autoalimentaba y autodestruía a base de riffs y más riffs disonantes y enrevesados (hay veces que no puedo creer que pudieran memorizarlos) y un batería descomunal y absolutamente infravalorado en su época, Steve Shelton, quien ejecutaba unos esquemas rítmicos sincopados, matemáticos e innovadores que podrían encajar perfectamente en un disco de Happy Family, Ruins, Don Caballero o John Zorn. Por encima de este furioso y caótico sonido sobrevolaba la aguda voz de Scott Jeffreys, cuya fascinante interpretación atonal y para nada melódica recitaba unos angustiosos textos alrededor de la soledad, al aislamiento, el dolor y el miedo, en una serie de letras sencillas pero que le servían de psico-drama y de liberación de obsesiones y traumas. Es impresionante como la música de Confessor acompañaba a la perfección el sentimiento de desesperación y paranoia que describen sus letras. Imposible aburrirse: las canciones (todas alrededor de los 4 minutos) están tan trabajadas y hay tantísimo movimiento que requieren la máxima atención del oyente para no perder detalle. Su propuesta tan poco ortodoxa descolocó a mucha gente, y aunque su sello intentó venderlos como “technical doom metal” la cosa no coló, de ahí que el grupo se disolviera en 1993 casi en pleno anonimato. Eso sí, algunos no los olvidamos.

Tuvimos que esperar 14 años hasta que Confessor se volvieron a reunir y grabaron su segundo álbum (“Unraveled”) en 2005. Algunos dudaban si el grupo estaría en forma y si podrían igualar la calidad de su legendario debut, pero nuestros miedos pronto se disiparon ya que “Unraveled” nos mostró a los Confessor de antaño pero con un sonido perfeccionado, más maduro y sutil. Si ya nos habían dejado boquiabiertos en 1991, la misma sensación se volvió a producir en 2005. Las fascinantes piezas de este disco bajan un peldaño en términos de complejidad (aunque lo siguen siendo, y mucho) pero añaden un vibe ciertamente más doom, con unos ecos más apreciables de Black Sabbath e incluso de Alice in Chains, acentuando ese regusto tan oscuro y amargo que siempre ha caracterizado a Confessor. El sonido de “Unraveled” es uno de los aciertos del disco, ya que no es tan seco como el de “Condemned” sino que ofrece más profundidad, más color y más densidad, algo de lo que se benefician muchísimo las canciones. Los riffs (siempre lentos o como mucho algun mid-tempo) siguen manteniendo ese carácter tan enrevesado e imprevisible, pero fluyen de manera más natural, creando texturas sonoras repletas de matices, intensidad y melancolía, al igual que la voz de Jeffreys, cuya interpretación gana enteros respecto al pasado, recitando esos angustiosos textos que nos siguen hablando de derrota y desesperación como si nada hubiese cambiado en esos 14 años.


Un auténtico grupazo cuya innovadora propuesta descolocó a mucha gente, de ahí que pronto cayeran en el olvido. Sufrieron de lo mismo que todos los grupos fronterizos: demasiado experimentales para el metalhead convencional, y al mismo tiempo demasiado lentos y potentes para el oyente más progresivo, así que se quedaron entre dos mundos, sin ser aceptados ni por unos ni por otros. Aun así la calidad de su música es indudable y va ganando con el paso de los años, de ahí que los reivindiquemos en La Fam. Tan sólo dos discos les convierten en objeto de adoración para los amantes de la música arriesgada.

jueves, 2 de enero de 2014

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