Alex Dunham fue uno de los guitarristas
más interesantes e idiosincráticos de los años
90. Su trabajo en grupos como Hoover y Abilene así lo
demuestra. En medio de estos proyectos, Dunham fundó un trío
llamado Regulator Watts, cuyo único disco, “The Aesthetics
Of No-Drag” (1997) y un ep (“Mercury”, de 1998) son uno de esos
tesoros prácticamente desconocidos del underground
norteamericano. Su revisión del post-hardcore pasa
obligatoriamente por Fugazi, Slint y June of 44, pero el grupo dotó
a su propuesta de una personalidad y un sonido propio que les
convirtió en algo muy especial. Su música ruge desde
los altavoces y hace explotar los tímpanos con ese sonido
seco, crudo, electrificado e increíblemente intenso que
Regulator Watts crearon con inusitada madurez. Sabían utilizar
con gran acierto el contraste entre ruido y silencio, entre calma
tensa y explosiones de violencia, entre feedback incendiario y
melodías inquietantes. Su acercamiento al rock era casi
minimalista, ya que el sonido es más bien espartano, basándose
en ese descomunal sonido de guitarras para ir creando tensión
y explorar estructuras intrincadas con tan sólo tres
instrumentos. Las complejas estructuras (otra vuelta de tuerca al
post-hardcore) suenan sencillas en sus manos, combinando guitarras
ultra-disonantes y torturadas (pocas veces he escuchado a alguien
hacer gritar a su guitarra de esa manera) con una base rítmica
super-compenetrada y fluida, todo ello rematado por una voz que va
desde el susurro más lánguido al grito desgarrador. En
ocasiones el trío crea atmósferas cercanas al
slow-core, con ritmos lentos y ecos fantasmagóricos (que más
tarde explorarían en Abilene) para después estallar en
ritmos abruptos, sincopados y en abrasivas andanadas de riffs
atonales y rugientes de distorsión. A pesar de ser un trío,
los niveles de ruido, de salvajismo sonoro y de catarsis a los que
llegan (con muchísima clase y elegancia, eso sí) son
sencillamente gloriosos. Una magistral lección de belleza y
violencia, como un caballo loco desbocado galopando sin rumbo hacia
un acantilado.
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