lunes, 10 de febrero de 2014

TOADLIQUOR


Putos Toadliquor. El santo grial del sludge norteamericano junto a Eyehategod y Grief. Estos tres grupos fueron la base del movimiento en la primera mitad de los 90, partiendo del patrón dejado por Sabbath y los Melvins para sumergirse en las profundidades de la alienación, la misantropía y el rollo chungo en todas sus variantes. Es difícil plasmar estas sensaciones en la música, pero el sludge es un género que lo consiguió a la perfección: un sonido deprimente, desagradable, supurante de rabia y mal rollo, reflejo de la parte más oscura de nuestra sociedad, de todos aquellos cuya existencia se ha visto superada por las circunstancias y ya sólo aspiran a sobrevivir un día más atrapados en un círculo asfixiante de soledad, abandono, miedo, incertidumbre y podredumbre física y moral. El grito obsceno de las mentes perturbadas y las almas torturadas, el alcohol bebido en la soledad de la madrugada, la sensación de que ya no le importas a nadie, puedes morir y mañana nadie te recordará.
Mientras Eyehategod y Grief sobrevivieron durante unos cuantos años y su discografía fue aumentando, el caso de Toadliquor es diferente ya que sólo grabaron un álbum (el mítico “Feel My Hate, The Power Is The Weight” en 1993) y un ep para desaparecer sin más, hasta que el sello Southern Lord les ofreció una más que merecida re-edición del disco en 2003 (con algunos temas extra), rebautizado como “The Hortator's Lament”.
Toadliquor no engañan a nadie, van a lo que van, y al que no le guste, pues ya lo sabe. Guitarras chirriantes nos azotan con lacerantes riffs de ácido sulfúrico mientras suena un desagradable zumbido de fondo (supongo que es el bajo) y la percusión quebrantahuesos avanza a paso de mamut marcando los ritmos con parsimonia funeral. Los riffs son lentos y aplastantes hasta la desesperación, con cierta tendencia al caos y a la cacofonía, hay veces que esos tempos tan terminales parece que vayan a derrumbarse y el grupo se vaya a sumir en el ruido más absoluto pero de repente, no se sabe cómo, vuelven a resurgir para continuar agonizando un poco más, eso sí, reptando por las cloacas más sucias. Y esa voz, ese grito desnudo y visceral, salido de las entrañas calientes de un ser humano sumido en la miseria y la confusión. La voz se convierte en un instrumento más al servicio de esta infernal máquina de disonancia y feedback. Imposible entender lo que dice, pero conforme grita imagino que no debe ser nada agradable. Un ejercicio de exorcismo interior y comunicación primitiva más allá del lenguaje.

Es preocupante saber que hay gente que en su sótano o en el local de ensayo compone y graba esta música. Y más preocupante es pensar que después hay gente que lo escucha en sus casas. Cuánto vicio, cuánta degeneración. Esto no tiene arreglo.
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