domingo, 16 de marzo de 2014

SHUB NIGGURATH


“Nuestro objetivo es conseguir la expresión más extrema de nuestra sensibilidad”.
“Nuestra música es extrema: nos hemos volcado por completo en ello”.
“Desde el principio, nuestra intención ha sido controlar el ruido”.
Tales declaraciones perfectamente podían encajar en el credo de cualquier grupo grindcore o de música industrial, pero no es este el caso ya que corresponden a frases extraidas de diversas entrevistas al grupo francés Shub-Niggurath. Y es que, efectivamente, estos franceses fueron uno de los grupos más extremos y radicales que hemos conocido en las últimas décadas.

Formados en 1982, Shub-Niggurath iniciaron su trayectoria influidos por la escuela zeuhl y el rock progresivo más heterodoxo, es decir, Magma, Univers Zero y Present. En un principio su intención fue explorar a nivel sonoro los universos malsanos de H.P. Lovecraft (de hecho Shub Niggurath es el nombre de una deidad en el panteón de dioses que creó el escritor de Providence) y crear una música que fuese lo más oscura y extrema posible, partiendo del zeuhl pero recurriendo a la improvisación, al caos, al ruido y a las disonancias más desagradables.

Grabaron una espectacular maqueta en 1985 (titulada “Shub-Niggurath”) donde ya plasmaron en cinta ese sonido tan oscuro y extremo que les caracterizaba, moviéndose en los parámetros del zeuhl, el avant-prog, el chamber-rock más expresionista, la improvisación libre y la música contemporánea. Objeto inmediato de culto, circularon algunas copias en los ambientes más underground que hicieron ver a la prensa que nos encontrábamos ante uno de los grupos más interesantes de los años 80. Esta demo fue re-editada por el sello francés Soleil Zeuhl en 2009 y nos hizo ver a aquellos que no pudimos en su momento que, efectivamente, Shub-Niggurath ya eran una máquina perfectamente engrasada a pesar de lo poco que llevaban juntos.

Su debut discográfico fue el disco “Les morts vont vite”, de 1986 (re-editado por Musea en 1997), donde continuaban profundizando en el sonido de su maqueta. Las influencias zeuhl seguían ahí, pero radicalizadas y llevadas a sus últimas consecuencias: Magma nunca sonaron tan ruidosos ni expresionistas. Su macabra portada ya era indicación de lo que íbamos a encontrar en su interior: las extensas composiciones, de una oscuridad estremecedora, avanzan en estructuras lentas y opresivas, donde las atmósferas lóbregas son atravesadas por explosiones de ruido y cambios de ritmo imprevisibles. Esta oscuridad, tal y como declararon en diversas entrevistas, tenía un origen romántico: querían asomarse al interior de sus mentes, a esas profundas e inquietantes aguas que cobijan tantos y tantos abismos y pensamientos ocultos, sentir el vértigo de la dimensión atemporal del universo. El diverso y variado origen de los miembros del sexteto fue un elemento clave en la originalidad de su sonido: la batería de Franck Coulaud marca los tiempos lentos pero con una pegada brutal; el bajo ultra-distorsionado y grueso de Alain Ballaud (en la estela de Janick Top o Bernard Paganotti); las torturadas guitarras de Frank Fromy, cuyo trabajo en este disco es sencillamente prodigioso, llevando a cabo un ejercicio de estrangulamiento de su guitarra como pocas veces se ha visto, exprimiendo cada nota como si fuese un grito agonizante o un electro-shock directo al sistema nervioso, creando atmósferas paranóicas comparables a las de Roger Trigaux; el trombón de Veronique Verdier, que añade densidad y graves al sonido; la delicada voz operística de Ann Stewart, que funciona de contrapunto ante la brutalidad y violencia de la música del grupo; y Jean-Luc Hervé, que venía de la música contemporánea (había estudiado con los compositores Gerard Grisey y Tristan Murail y formaba parte de la corriente de la “música espectral”) y que se encargó del piano, órgano y harmonium, contribuyendo a la complejidad de las composiciones y a la riqueza en la paleta sonora del grupo. Esto iba mucho más allá del zeuhl, es más, se podría decir que fue un sacrilegio para la ortodoxia del movimiento, era algo tan absolutamente apocalíptico y terrorífico que los puristas se llevaran las manos a la cabeza ante tamaña barbaridad de disco.

Tuvieron que pasar 5 años para que Shub-Niggurath nos ofrecieran la continuación de su magistral debut. Su segundo disco se tituló “C'etaient de trés grands vents” y lo publicó Musea en 1991. Estaba claro que un grupo tan inquieto no se iba a conformar con repetir la fórmula de su anterior trabajo, y así fue: el cambio a nivel estilístico fue más que notable, así como la radicalización de su sonido, que se alejó por completo del zeuhl e incluso del rock para adentrarse en terrenos más cercanos a la música contemporánea y la música electroacústica. Hubo algunos cambios en la formación que probablemente contibuyeron a esta metamorfosis. El batería Franck Coulaud fue sustituido por Edward Perraud y Michael Kervinio, dos músicos cuya contribución al nuevo sonido del grupo fue fundamental ya que rompieron los lazos con el rock al crear estructuras arrítmicas e improvisadas, encontrándose cómodos en la improvisación y en ocasiones enzarzándose en repeticiones obsesivas. La vocalista Ann Stewart fue reemplazada por Sylvette Claudet, también de corte operístico, que se lanzó sin miedo a interpretar estas composiciones tan complejas. El guitarrista Frank Fromy también dejó el grupo, así que Jean-Luc Hervé, además de seguir ocupándose del piano y el harmonium, se encargó de la guitarra eléctrica continuando en el estilo de Fromy: Shub-Niggurath estaban más centrados en el timbre y las texturas, de ahí que utilizaran las guitarras casi como si fuesen sintetizadores para generar ruido y atmósferas, evitando las melodías o los riffs. Así pues, “C'etaient de trés grands vents” está muy lejos de los orígenes del grupo: este es un disco mucho más difícil de escuchar ya que no hay ni una sola “canción” propiamente dicha. No hay melodías, no hay una estructura clara, los sonidos son abrasivos, atonales y disonantes, pero al mismo tiempo intensos a nivel emocional, estremecedores. Los instrumentos son los mismos que en el pasado, la brutalidad y la oscuridad también, pero expresada en otro lenguaje, mucho más frío, distante y abstracto. La polémica estaba asegurada, y una vez más el grupo recibió críticas muy halagadoras así como quejas por ese sonido tan “inaudible” y alienante que estaban creando.


En el año 1995, uno de los miembros fundadores del grupo, el bajista Alain Ballaud, murió debido a un cáncer. Esta lamentable desgracia dejó muy tocado al resto de componentes, que intentaron continuar con Shub-Niggurath durante un tiempo pero finalmente optaron por finiquitar el proyecto. En 2003 salió su último trabajo (“Testament”) que recogía distintas piezas grabadas en la primera mitad de los 90, y donde continuaban explorando ese sonido de corte más improvisado y disonante que iniciaron en su anterior disco, llevándolo más lejos todavía en términos de intensidad y violencia. “Testament” sirvió de epílogo a la trayectoria de este fascinante proyecto, cuya música va ganando en relevancia conforme avanza el tiempo.
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