“Nuestro objetivo es conseguir la
expresión más extrema de nuestra sensibilidad”.
“Nuestra música es extrema:
nos hemos volcado por completo en ello”.
“Desde el principio, nuestra
intención ha sido controlar el ruido”.
Tales declaraciones perfectamente
podían encajar en el credo de cualquier grupo grindcore o de
música industrial, pero no es este el caso ya que corresponden
a frases extraidas de diversas entrevistas al grupo francés
Shub-Niggurath. Y es que, efectivamente, estos franceses fueron uno
de los grupos más extremos y radicales que hemos conocido en
las últimas décadas.
Formados en 1982, Shub-Niggurath
iniciaron su trayectoria influidos por la escuela zeuhl y el rock
progresivo más heterodoxo, es decir, Magma, Univers Zero y
Present. En un principio su intención fue explorar a nivel
sonoro los universos malsanos de H.P. Lovecraft (de hecho Shub
Niggurath es el nombre de una deidad en el panteón de dioses
que creó el escritor de Providence) y crear una música
que fuese lo más oscura y extrema posible, partiendo del zeuhl
pero recurriendo a la improvisación, al caos, al ruido y a
las disonancias más desagradables.
Grabaron una espectacular maqueta en
1985 (titulada “Shub-Niggurath”) donde ya plasmaron en cinta ese
sonido tan oscuro y extremo que les caracterizaba, moviéndose
en los parámetros del zeuhl, el avant-prog, el chamber-rock
más expresionista, la improvisación libre y la música
contemporánea. Objeto inmediato de culto, circularon algunas
copias en los ambientes más underground que hicieron ver a la
prensa que nos encontrábamos ante uno de los grupos más
interesantes de los años 80. Esta demo fue re-editada por el
sello francés Soleil Zeuhl en 2009 y nos hizo ver a aquellos
que no pudimos en su momento que, efectivamente, Shub-Niggurath ya
eran una máquina perfectamente engrasada a pesar de lo poco
que llevaban juntos.
Su debut discográfico fue el
disco “Les morts vont vite”, de 1986 (re-editado por Musea en
1997), donde continuaban profundizando en el sonido de su maqueta.
Las influencias zeuhl seguían ahí, pero radicalizadas y
llevadas a sus últimas consecuencias: Magma nunca sonaron tan
ruidosos ni expresionistas. Su macabra portada ya era indicación
de lo que íbamos a encontrar en su interior: las extensas
composiciones, de una oscuridad estremecedora, avanzan en estructuras
lentas y opresivas, donde las atmósferas lóbregas son
atravesadas por explosiones de ruido y cambios de ritmo
imprevisibles. Esta oscuridad, tal y como declararon en diversas
entrevistas, tenía un origen romántico: querían
asomarse al interior de sus mentes, a esas profundas e inquietantes
aguas que cobijan tantos y tantos abismos y pensamientos ocultos,
sentir el vértigo de la dimensión atemporal del
universo. El diverso y variado origen de los miembros del sexteto fue
un elemento clave en la originalidad de su sonido: la batería
de Franck Coulaud marca los tiempos lentos pero con una pegada
brutal; el bajo ultra-distorsionado y grueso de Alain Ballaud (en la
estela de Janick Top o Bernard Paganotti); las torturadas guitarras
de Frank Fromy, cuyo trabajo en este disco es sencillamente
prodigioso, llevando a cabo un ejercicio de estrangulamiento de su
guitarra como pocas veces se ha visto, exprimiendo cada nota como si
fuese un grito agonizante o un electro-shock directo al sistema
nervioso, creando atmósferas paranóicas comparables a
las de Roger Trigaux; el trombón de Veronique Verdier, que
añade densidad y graves al sonido; la delicada voz operística
de Ann Stewart, que funciona de contrapunto ante la brutalidad y
violencia de la música del grupo; y Jean-Luc Hervé, que
venía de la música contemporánea (había
estudiado con los compositores Gerard Grisey y Tristan Murail y
formaba parte de la corriente de la “música espectral”) y
que se encargó del piano, órgano y harmonium,
contribuyendo a la complejidad de las composiciones y a la riqueza en
la paleta sonora del grupo. Esto iba mucho más allá del
zeuhl, es más, se podría decir que fue un sacrilegio
para la ortodoxia del movimiento, era algo tan absolutamente
apocalíptico y terrorífico que los puristas se llevaran
las manos a la cabeza ante tamaña barbaridad de disco.
Tuvieron que pasar 5 años para
que Shub-Niggurath nos ofrecieran la continuación de su
magistral debut. Su segundo disco se tituló “C'etaient de
trés grands vents” y lo publicó Musea en 1991. Estaba
claro que un grupo tan inquieto no se iba a conformar con repetir la
fórmula de su anterior trabajo, y así fue: el cambio a
nivel estilístico fue más que notable, así como
la radicalización de su sonido, que se alejó por
completo del zeuhl e incluso del rock para adentrarse en terrenos más
cercanos a la música contemporánea y la música
electroacústica. Hubo algunos cambios en la formación
que probablemente contibuyeron a esta metamorfosis. El batería
Franck Coulaud fue sustituido por Edward Perraud y Michael Kervinio,
dos músicos cuya contribución al nuevo sonido del grupo
fue fundamental ya que rompieron los lazos con el rock al crear
estructuras arrítmicas e improvisadas, encontrándose
cómodos en la improvisación y en ocasiones enzarzándose
en repeticiones obsesivas. La vocalista Ann Stewart fue reemplazada
por Sylvette Claudet, también de corte operístico, que
se lanzó sin miedo a interpretar estas composiciones tan
complejas. El guitarrista Frank Fromy también dejó el
grupo, así que Jean-Luc Hervé, además de seguir
ocupándose del piano y el harmonium, se encargó de la
guitarra eléctrica continuando en el estilo de Fromy:
Shub-Niggurath estaban más centrados en el timbre y las
texturas, de ahí que utilizaran las guitarras casi como si
fuesen sintetizadores para generar ruido y atmósferas,
evitando las melodías o los riffs. Así pues, “C'etaient
de trés grands vents” está muy lejos de los orígenes
del grupo: este es un disco mucho más difícil de
escuchar ya que no hay ni una sola “canción” propiamente
dicha. No hay melodías, no hay una estructura clara, los
sonidos son abrasivos, atonales y disonantes, pero al mismo tiempo
intensos a nivel emocional, estremecedores. Los instrumentos son los
mismos que en el pasado, la brutalidad y la oscuridad también,
pero expresada en otro lenguaje, mucho más frío,
distante y abstracto. La polémica estaba asegurada, y una vez
más el grupo recibió críticas muy halagadoras
así como quejas por ese sonido tan “inaudible” y alienante
que estaban creando.
En el año 1995, uno de los
miembros fundadores del grupo, el bajista Alain Ballaud, murió
debido a un cáncer. Esta lamentable desgracia dejó muy
tocado al resto de componentes, que intentaron continuar con
Shub-Niggurath durante un tiempo pero finalmente optaron por
finiquitar el proyecto. En 2003 salió su último trabajo
(“Testament”) que recogía distintas piezas grabadas en la
primera mitad de los 90, y donde continuaban explorando ese sonido de
corte más improvisado y disonante que iniciaron en su anterior
disco, llevándolo más lejos todavía en términos
de intensidad y violencia. “Testament” sirvió de epílogo
a la trayectoria de este fascinante proyecto, cuya música va
ganando en relevancia conforme avanza el tiempo.