Mientras Unsane se tomaban un descanso
entre los años 2000 y 2005, su guitarrista y cantante Chris Spencer
decidió mudarse una temporada de Nueva York a San Francisco, donde
formó un proyecto llamado Cutthroats 9. Por el motivo que sea siguen
siendo criminalmente desconocidos, a pesar de que sus tres únicos
trabajos (el disco “Cutthroats 9” en 2000, el e.p. “Anger
Management” en 2001 y el más reciente “Dissent” de 2014) son
toda una joya para los amantes del rock and roll más violento y
brutal. Spencer podía haber planteado una propuesta más suave o
asequible para intentar acceder a un mayor público, o quizás podía
haber sacado a relucir otra faceta a nivel creativo y ofrecer un
producto diferente al que nos tenía acostumbrados con Unsane, pero
qué va, nada de eso. En vez de ir a por la pasta, decidió hacer un
proyecto todavía mas underground y anticomercial. Con una convicción
incontestable creó un nuevo grupo todavía más salvaje, ruidoso y
abrasivo que Unsane (si es que eso era posible). Así pues no hay
sorpresas con Cutthroats 9: el sonido Unsane sigue ahí, pero
radicalizado, con mayor influencia del hardcore, con riffs más
acelerados y adrenalínicos, con esa voz que sigue rugiendo y
escupiendo bilis, sacando a la luz sus miedos y frustraciones con la
sinceridad y rabia habituales. De vez en cuando nos regalan algún
riff más lento, de cierto regusto a blues enfermizo, siempre
acompañados de esos chirridos de feedback ensordecedor en la onda
del sludge noise que tan bien dominan Unsane, pero en general abundan
los medios tiempos dominados por una urgencia y un nervio frenéticos.
El bajo suena grueso y crepitante (cortesía de Dave Curran, el
bajista de Unsane), con un batería hiperactivo que ofrece un
despliegue de variedad rítmica, ferocidad y precisión técnica
(Will Carroll) y por supuesto esas guitarras crujientes y esos riffs
sencillos, directos, sucios y rebosantes de odio a cargo de Spencer.
Por supuesto, el mal rollo y la depresión permanente siguen ahí, es
algo que llevan en el ADN, tanto un grupo como el otro. Una
espectacular guinda para una trayectoria admirable como es (y
esperemos que siga siendo durante muchos años) la de Chris Spencer.