Me imagino a Craig Williamson, el
creador y único integrante de Lamp Of The Universe, en una remota
comuna hippy de su Nueva Zelanda natal, rodeado de animales y
naturaleza salvaje, con el olor del incienso ardiendo mientras él,
en su pequeño estudio de grabación, trabaja grabando y regrabando
esta maravillosa música con la que nos viene deleitando desde 2001.
Escuchar la música de Lamp Of The Universe es como hacer un viaje en
el tiempo hacia finales de los años 60, en plena eclosión del
hippismo, la psicodelia ácida, el folk lisérgico, los sonidos del
hard rock primigenio y la espiritualidad oriental. Su combinación de
elementos acústicos (guitarras y sitar), teclados, percusiones
varias y la dosis adecuada de fuzz y wah en plan stoner/heavy psych,
así como ese ambiente tan exótico, relajante y narcotizado es un
auténtico trip sensorial. Música para viajar, para cerrar los ojos
y explorar nuestro interior.
Sus dos primeros discos, “The Cosmic
Union” (2001) y “Echo in Light” (2002) sientan las bases de su
sonido. En ellos encontramos los dos polos entre los que se mueve
Lamp Of The Universe: por un lado canciones de corte acústico que
mezclan el folk ácido con los ecos de la música hindú (sítar y
tablas por doquier), percusión minimalista, teclados y el sonido
pre-grabado de agua fluyendo, mientras que por otro lado Williamson
se sumerge en terrenos más cercanos al heavy psych setentero,
enfrascándose en jams super-triposas repletas de fuzz, wah y riffs
absolutamente fumetas que alteran nuestra percepción. Todo ello en
un ambiente hipnótico y narcotizante al máximo, sin olvidar la
delicada y frágil voz de Williamson que gravita alreredor de todos
estos sonidos recitando sus himnos al amor, a la luz, a la libertad,
a la naturaleza y al cosmos, en un festival hippy como pocas veces se
ha visto en estos últimos tiempos.
Para su tercer álbum (“Earth, Spirit
and Sky”, de 2005), Williamson decidió despojarse de sus ropajes
eléctricos y su arsenal de pedales para grabar un disco enteramente
acústico y que, en mi opinión, es de sus mejores trabajos. Este
disco tiene un enfoque muy cercano al que Popol Vuh practicaron en su
época mística (en trabajos como “Hosianna Mantra”,
“Seligpreisung” o “Die Nacht der Seele”). Un disco mucho más
folkie que los dos anteriores, en al cual siguió profundizando en su
amor por los ragas Hindúes, el misticismo oriental y la psicodelia
más ácida. El sonido, de una belleza y exotismo subyugante, parte
de las guitarras acústicas y el sítar, para añadir algo de
percusión sencilla y rudimentaria, field recordings de ambientes
naturales y, como siempre, esa voz tan especial que nos hace soñar
con paisajes lejanos e inexplorados. La atmósfera que irradian las
canciones es tremendamente hipnótica, sumiéndonos en un estado
semi-letárgico y purificando nuestras almas a base de una belleza
simple y primitiva, emocionándonos como si ya hubiésemos escuchado
estas canciones en otro sitio, en otro tiempo, en otra vida, quién
sabe.
Lamp Of The Universe publicó otro
disco también en 2005, titulado “Heru”, pero de un perfil
bastante diferente a los anteriores. Para este trabajo, Williamson
decidió profundizar en el drone y los ambientes más hipnóticos,
grabando un disco enteramente instrumental, donde, además de su
faceta acústica, vuelve a incorporar su arsenal eléctrico de wah y
fuzz y además le añade varias capas de teclados cósmicos (que por
momentos le acercan al krautrock) para sí aumentar la sensación de
vuelo libre. Un solo tema de una hora de duración, dividido en 7
partes, que utiliza como base el drone creado por el sítar para ir
avanzando en diferentes pasajes que van combinando diversas capas de
sonido, guitarras acústicas, eléctricas, percusión y teclados, con
partes relajadas y otras más intensas, haciéndonos subir y bajar en
un viaje absolutamente cautivador.
Sensaciones similares provocan sus
siguientes discos: “From the Mystic Rays of Astrological Light”
(2006), que continua en la onda de “Heru”, y “Arc of Ascent”
(2007), siendo este último el disco más experimental de Lamp Of The
Universe, un trabajo bastante alejado de su sonido habitual y que en
cambio se decanta por los drones más intensos que nunca haya grabado
Williamson, con tan sólo dos extensos temas de improvisación, drone
ácido y espiritualidad tántrica, dando rienda suelta a su parte más
free y ruidosa, cercana en ocasiones a Natural Snow Buildings,
ofreciéndonos un nuevo viaje alucinante sin billete de vuelta
posible.
En 2009, tras este período algo más
experimental, Craig Williamson decidió volver a sus orígenes y
grabar un nuevo trabajo (“Acid Mantra”) que nos devuelve a los
sonidos de sus dos primeros discos. El título del disco ya deja
claro por dónde van los tiros: atmósfera cósmica en la que fluyen
los mantras creados a base de guitarras acústicas y sítar,
psicodelia raga y stoner tranquilo y fumeta. Williamson vuelve a
cantar en este disco, lo cual es una buena noticia, se echaba de
menos en los anteriores trabajos. A destacar la inclusión del banjo
y el melotrón, dos instrumentos que ampliaron el espectro sonoro y
añadieron variedad a su sonido. Todo esto, junto a los ya habituales
pasajes en plan space rock y las gloriosas jams ácidas repletas de
teclados setenteros, percusión minimal, wah y fuzz convierten a
“Acid Mantra” en uno de sus trabajos más completos y variados.
Sus drones, tan exóticos y elegantes, nos vuelven a hacer volar
hacia los cielos y planear sobre paisajes en la India más profunda.
Tras este disco tuvimos que esperar 4
años para poder escuchar un nuevo trabajo de Lamp Of The Universe,
ya que durante ese tiempo Craig Williamson se dedicó a su otro
proyecto, Arc of Ascent, con los que grabó un par de álbumes más
que interesantes. Y quizás el hecho de haber trabajado con este
grupo influyó en cierta manera el resultado de su nuevo disco,
“Transcendence” (2013), ya que es sin duda el más cercano al
rock que nunca haya grabado, y el que más se acerca al formato de
“canción” (dentro del espectro del stoner y el heavy psych,
claro). Por supuesto que sigue ahí el espíritu
raga-psicodelia-folk-ácido, por supuesto que el aroma de la India
sigue ahí, eso siempre, pero esta vez hay más pasajes con
distorsión, wah super-sucio y fuzz acompañados de batería y bajo,
con riffs de corte stoner trippy, y algunos fragmentos que son sin
duda los más directos y agresivos que haya grabado Williamson. Sí,
ciertamente el disco suena a folk y suena a raga, pero tiene muchos
más elementos cercanos al rock que en anteriores trabajos. Sólo hay
que ver cómo se cierra el disco, con ese glorioso tema titulado
“Beyond the material world”, un auténtico viaje ácido, una joya
del space rock que nos envuelve con sus lisérgicos solos de
guitarra, las diversas capas de melotrón y teclados vintage y la voz
de Williamson recitando sus mantras que nos hacen despegar una vez
más del suelo y nos llevan hacia otros mundos y paisajes distintos a
los que podemos ver con los ojos.