Cada día me fascina más
el trabajo de aquellos pioneros de la “musique concrète” y la
música electro-acústica de los años 50 y 60. Ese primitivismo, ese
sonido prehistórico, granítico y rugoso, pero al mismo tiempo
combinado con un afán de experimentación sin límite y con esa
dedicación a explorar todas las posibilidades del sonido y del ruido
son absolutamente irresistibles. De entre todos esos artesanos del
sonido, Pierre Henry fue uno de los más grandes, y obras como esta
“Le Voyage” lo situaron como uno de los creadores más
importantes de la música de vanguardia del siglo 20. Este trabajo,
grabado en 1962, está basado en el Libro Tibetano de los Muertos y
trataba de reflejar el viaje del alma desde el momento de la muerte
hasta su reencarnación, atravesando diversos estados entre la muerte
y el renacer. Música abstracta y difícil, pero con cierto regusto
esotérico e incluso sobrenatural, algo que la hace todavía más
intrigante. En una época en la que no contaban con ordenadores ni
sintetizadores ni con la tecnología de la que disponemos hoy en día,
artesanos como Pierre Henry trabajaban con la grabación, alteración
y manipulación de todo tipo de sonidos para elaborar así sus
atmósferas y texturas sonoras que en pleno siglo 21 siguen sonando
increíblemente modernas y avanzadas. “Le Voyage” se abre con
“Souffle 1”, una auténtica sinfonía de estertores, de
respiraciones agonizantes que expresan el trance del cuerpo
abandonando la vida y adentrándose en la muerte. Una pieza
angustiosa que nos envuelve con sus sonidos asfixiantes y nos sitúa
en el estado mental apropiado para iniciar este viaje. Los dos
siguientes temas, “Après la Mort 1” y “Après la Mort 2”,
nos adentran ya en el reino de la muerte. Los sonidos, de origen
indescifrable, van siendo manipulados y se metamorfosean en formas y
estructuras imposibles reproduciendo el gruñido de los dinosaurios,
lenguajes y formas de comunicación desconocidas, las explosiones de
una supernova y los ecos de las galaxias más lejanas. Un ejercicio
de arqueología sonora que en ocasiones suena maquinal, robotizado e
inhumano mientras que en otras ocasiones suena vivo y orgánico como
las capas tectónicas en movimiento y los diferentes estratos rocosos
moviéndose a velocidades vertiginosas. Le llega el turno a las
divinidades y a los dioses en “Divinités Paisibles” y “Divinités
Irritées”. La primera composición abandona las anteriores
texturas rugosas y ásperas para sumergirnos en una atmósfera mucho
más etérea, plantando las semillas de lo que años más tarde se
llamaría “Dark Ambient” o “Drone”. La segunda es una breve y
brutal composición en la que Henry experimenta con todo tipo de
ruidos chirriantes y ritmos en descomposición que se podrían
interpretar como una clara influencia en la electrónica más
ruidista e incluso en géneros extremos como el Power Electronics.
Tras este breve interludio llega “Le Couple”, donde vuelven a
aparecer los sonidos de carácter ambient / drone, con latigazos
metalizados y frecuencias corrosivas que hipnotizan con su una
belleza misteriosa y abstracta. Escucho este tema y nunca me
imaginaría que esto fue grabado hace más de 50 años. Suena tan
avanzado, tan intenso y tan perturbador como si se hubiese grabado
ayer mismo. “Souffle 2” concluye el viaje devolviéndonos a los
sonidos de respiraciones asfixiantes que escuchábamos al principio
de la obra, la respiración lo es todo en el momento de morir pero
también en el momento de nacer, pero hacia el final de la pieza se
le cede el paso a un drone final en caída libre que nos sumerge en
el líquido amniótico y en los momentos previos a un nuevo
nacimiento en el que todos los sonidos del universo entran en nuestro
cuerpo convirtiéndonos en un gigantesco oído que capta hasta las
vibraciones y ecos más lejanos.