Este verano he estado viajando por los
países escandinavos. Hacía tiempo que me apetecía visitar esas
tierras y admirar sus espectaculares paisajes y sus vibrantes
ciudades. He tenido la oportunidad de ver muchísimas cosas, y como
consumidor obsesivo de música que soy, visité unas cuantas tiendas
de discos a lo largo del viaje, pero voy a centrarme especialmente en
una de ellas (Neseblod, en Oslo), ya que este es un lugar que va más
allá de lo que es una simple tienda de discos debido a su atmósfera
tan especial y a los extraños acontecimientos que se vivieron allí
a principios de los 90, cuando la tienda se llamaba Helvete y su
capo era ni más ni menos que Euronymous, líder del grupo Mayhem y
pieza fundamental alrededor de quien giraba el black metal noruego de
aquella época. Mucho se ha dicho y escrito sobre los acontecimientos
que tuvieron lugar en Noruega a principios de los 90, cuando algunos
de los grupos de la escena black metal, organizados en una especie de
colectivo llamado Inner Circle (también descrito por la prensa como
mafia satánica y terrorista), un puñado de jóvenes que,
enfebrecidos por sus delirios paganos / anticristianos /
misantrópicos, se dedicaron a quemar iglesias, profanar cementerios,
llegando en algunos casos a la agresión física e incluso al
asesinato. Todo ello mientras grababan algunos de los discos más
extremos y perturbadores de la historia de la música. La sede donde
los miembros del Inner Circle se reunían, liderados por Euronymous,
era la tienda de discos Helvete y su sótano, donde tenían lugar sus
infames reuniones y donde incluso se quedaban a dormir miembros del
colectivo cuando llegaban de otras ciudades noruegas. Por allí
pasaron, trabajaron (e incluso vivieron) varios miembros de Mayhem,
Emperor, Darkthrone y también el archiconocido Varg Vikerness
(Burzum). Así pues, esas paredes han visto muchas cosas que sólo
con pensarlas me pone los pelos de punta. Aquella escena noruega
reinventó el black metal de los 80 y lo radicalizó en todos los
sentidos (musicalmente, estéticamente, ideológicamente) y empujaron
a la música a uno de los extremos más salvajes y peligrosos que se
han conocido. Lo que más impresiona de aquella escena es, ya no sólo
su fascinante imagen (corpsepaint, expresiones faciales poseídas,
portadas en blanco y negro áspero y rasposo, escenografía
macabra), su música y arte satánico, sino que decidieron llevarlo
a la vida real sin miedo a las posibles consecuencias. Todo aquello
terminó con el asesinato de Euronymous y con varios miembros del
Inner Circle en la cárcel, así como más de 50 iglesias quemadas y
una huella imborrable de odio, caos y violencia. Por supuesto,
Helvete tuvo que cerrar sus puertas y estuvo desaparecida durante
años hasta que en 2003 un grupo de gente (con la colaboración de
miembros de Darkthrone entre otros) tuvo la idea de volver a abrirla
en el mismo sitio, con el nuevo nombre de Neseblod y manteniendo una
filosofía similar (pero centrándose sólo en la música, dejando
aparte temas extra-musicales, según parece). Recuerdo que cuando era
un adolescente leía con avidez todas las noticias tan violentas e
imprevisibles que llegaban desde Noruega en los años 92-93 en
revistas como Metali-KO, mientras admiraba extasiado las portadas y
fotos de los discos de Darkthrone, Mayhem, Bathory y compañía. En
aquella época no existía internet, por lo tanto las noticias nos
llegaban en cuentagotas: lo único que teníamos eran los discos, con
esa música y esas fotos tan tremendas, y algún que otro artículo
en la prensa especializada, nada más, quizá por eso toda esta
historia estaba rodeada de un aura de misterio y peligro que hoy en
día ya se ha perdido, y quizá también por eso lo idealizamos
tanto. Así pues, tenía claro que cuando visitara Oslo tendría que
hacer una excursión a Neseblod. Está claro que hoy en día es muy
fácil comprar música por internet. Con un simple click te puedes
bajar la discografía de tal o cual grupo e incluso comprar discos
con facilidad y que te llegan a casa por correo al poco tiempo. Todo
eso está muy bien, y recurro a ello con frecuencia, pero yo soy de
los que piensa que ir a una tienda de discos física es una
experiencia que nunca podrá ser reemplazada por internet. El hecho
de ir a una tienda y pasar horas mirando vinilos y cd's, pasándolos
uno a uno, viendo las portadas y contraportadas, notando como la
punta de los dedos se va ennegreciendo y volviéndose pegajosa debido
al contacto con el plástico, mientras aspiras ese peculiar olor que
poco a poco hace que te olvides de cuánto tiempo llevas allí... Y
por supuesto poder hablar con la gente que está allí en la tienda,
comentar cosas sobre este disco o este otro, compartir experiencias y
recomendaciones con gente que realmente sabe lo que vende y no como
en las grandes superficies, donde se la suda si te venden un disco de
Swans o uno de Julio Iglesias ya que para ellos la música no es
arte, no es droga, no es compulsión, sino que es un producto que hay
que vender para hacer negocio. Supongo que hay algo de fetichismo,
romanticismo y obsesión en esta visión, pero para mí no hay color.
Así pues, visitar Neseblod fue una auténtica peregrinación, un
viaje a las tripas del black metal noruego y un lugar en el que,
además de comprar buena música, se pueden sentir las vibraciones
tan perversas que allí todavía permanecen a pesar del paso del
tiempo. Pasé allí un par de horas, rodeado de vinilos, cd's,
cassettes, camisetas, dvd's, libros, fanzines y posters a reventar,
desde el suelo hasta el techo, por las paredes, en estanterías, en
cajas, en cajones, todo apretadísimo, es que no cabía ni un sólo
disco más, un auténtico lujo para los sentidos, una sobredosis
emocional y estética, síndrome Stendhal 100%.
En ese tiempo creo
que no llegué a ver ni la mitad de los discos que allí había, pero
es que para eso se necesitaría pasar allí dos o tres días enteros.
Iba a buscar algunas cosas concretas y después a echar un vistazo a
algunas secciones, y me gasté unos 100 euros, pero aun así siempre
te vas con la duda de si te habrás dejado allí alguna joya por no
haberla visto... En la primera planta se encuentra material más
relacionado con el black, death, doom y grindcore, y por todas partes
hay parafernalia para coleccionistas de los archivos privados y
pertenencias personales de Euronymous y del universo Mayhem.
Yo no
soy coleccionista, pero la verdad es que da respeto ver todo ese
material que en su época pasó por las manos de Euronymous,
Vikerness y compañía. La cruz invertida en la pared formada por
varias copias del “Deathcrush” de Mayhem es digna de ser vista,
así como las copias originales del fanzine Slayer (biblia del black
metal noruego de los 90).
Pero ahí no termina todo, ya que en la
planta baja todavía hay más discos, pero de otros géneros: rock
progresivo, punk, hardcore, alternativo, post-punk... Y también en
la planta baja se encuentra el que es sin duda el lugar que mucha
gente viene a ver en Neseblod: el “Black Metal Museum”, el lugar
en el que se reunían los miembros del Inner Circle y donde también
se quedaban a dormir los visitantes llegados de otros lugares de
Noruega. El llamado “museo” se encuentra ahora abierto al público
y es de visita obligada para los amantes del género. Lo primero que
ves en entrar al sótano es un pasillo corto que conduce a una
primera habitación en la que se encuentran diversos objetos como
posters promocionales de Mayhem (posters auténticos de principios de
finales de los 80 y principios de los 90), un poster gigante con la
ilustración de la portada del “In the Sign of Evil” de Sodom, un
ataúd y algunos maniquíes en el suelo.
A continuación se entra a
la infame sala de reuniones y de la que tantas fotos había visto en
libros y por donde han pasado tantos y tantos integrantes de esta
fascinante escena. La sala realmente impresiona por su desnudez y su
ambiente frío y húmedo. Supongo que en su día habría algunos
muebles, mesas, sillas y algunos colchones donde dormir, pero todo
desapareció tras cerrar Helvete. Dentro, una bombilla amarillenta en
el techo ilumina las paredes de piedra desnudas, tan sólo hay un
trono tras el cual se ve una bandera con la portada del segundo disco
de Venom (cómo no) y una pintada en la pared que dice: “Black
Metal”. Minimalista, sucio, oscuro y macabro, como era el Unholy
Black Metal que practicaban aquellos grupos en su época.
Estuve allí
dentro un buen rato, no sé exactamente cuánto porque perdí un poco
la noción del tiempo. Tuve la suerte de que en esos momentos no
había nadie en la tienda, así que pude disfrutar en soledad de esas
vibraciones tan estremecedoras que allí se podían sentir, sin
ningún gilipollas a mi alrededor haciéndose selfies para después
colgarlos en facebook. La verdad es que lo agradecí. Salí de allí
con los pelos de punta. Tras pasar por caja volvía a la realidad
mientras en la calle descargaba una tormenta de verano y caía agua a
raudales mientras los truenos retumbaban en el cielo. Una mejor
manera de terminar esta experiencia habría sido imposible.