domingo, 31 de enero de 2010
The Crownhate Ruin "Until the eagle grins" (1996)
The Crownhate Ruin fue un trío de Washington surgido de las cenizas de la banda Hoover y que, a pesar de su corta vida (1994-1996), grabó una de las joyas menos conocidas del post-hardcore de los 90. Tras su disolución, algunos de sus miembros se embarcaron en proyectos tan importantes como June of 44 ó Abilene, lo cual nos puede dar una idea de por dónde va la cosa, aunque entre sus influencias también podemos encontrar ecos de Fugazi y Don Caballero, por poner dos ejemplos.
“Until the eagle grins” fue su único disco, publicado por el sello Dischord en 1996. Es una propuesta innovadora en su estilo, un álbum agresivo, denso, amargo y amenazador, repleto de composiciones tensas y dinámicas que oscilan entre la rabia más salvaje, la desesperación absoluta y la frustración post-adolescente pasando por momentos más reflexivos, delicados y cuidados, abarcando gran cantidad de emociones en estado de efervescencia febril, acompañadas de una interpretación exuberante y repleta de fuerza, un despliegue de facultades habitual en el hardcore pero al mismo tiempo añadiendo algo de picante con una considerable carga existencial, una tensión muy trabajada y un sonido bastante más oscuro que la mayoría de grupos de este género.
La potencia del artefacto en cuestión es enorme, el sonido es orgánico, directo y crujiente, pero también caliente, espeso y brutal. El grupo suena compacto y conjuntado al milímetro mientras interpretan canciones rebosantes de fuerza, echando chispas, con cambios de ritmo constantes que rompen la estructura lineal de las canciones, subidones de adrenalina bestiales, parones inesperados y ocasionales pasajes neblinosos y grisáceos cercanos al slow-core.
Energía pura, violencia sonora a punto de descontrolarse pero conteniéndose en el último momento, caos organizado, guitarras incendiarias que se sumergen en terrenos pantanosos, jugando con la distorsión y las disonancias para crear una atmósfera incendiaria que ocasionalmente se vuelve amarga y desoladora, riffs directos y adrenalínicos pero que en ocasiones buscan desconcertar al oyente con tempos irregulares y fragmentados, batería inquieta e imprevisible, un sonido de bajo grueso, alquitranado, fluído y funky, con mala hostia, y por encima de todos una voz a pelo, honrada, sencilla, sin artificios, con sus limitaciones (lo que la hace más humana y estremecedora), que pasa del grito desgarrador al susurro más suave en cuestión de segundos, expresando convincentemente sentimientos de ira, frustración, desengaño y desamparo.
En definitiva, The Crownhate Ruin fue un grupo poco conocido en su época pero muy valorado en ambientes underground debido a que su propuesta trascendió las fronteras del hardcore para adentrarse en terrenos más experimentales y cargados emocionalmente.
martes, 26 de enero de 2010
John Coltrane: "Crescent" (1964)
El jazz lo dejo sonar en las horas nocturnas, te envuelve con sus sonidos neblinosos y se amalgama con los colores nocturnos de baja luminosidad. Pero este se lleva la palma, ya no solo resulta idóneo para altas horas de la madrugada, es necesario que sea así. Sobre todo con algún cubata de whisky que se haya finiquitado, con la luz apagada e hipnotizado con el reflejo azul del hielo que recibe del reloj digital, con el regusto del amargo sabor que se alarga con cada nota de Coltrane... El día resulta enajenador y por la noche, se reflejan los lamentos de los perdidos.
martes, 19 de enero de 2010
SWELL MAPS
Reseña escrita por Javi (Möng Destralér)
Nikki Sudden y Epic Soundtracks eran dos hermanos residentes en Lenington Spa, localidad de la periferia de Londres. A principios de los años 70, influenciados por T. Rex, Can y The Velvet Underground, decidieron empezar a ensayar en una habitación de casa de sus padres, tenían quince y trece años respectivamente. En 1972 dan comienzo sus primeras grabaciones caseras, Nikki a la guitarra y voz y Epic a la batería y piano. Poco después el dúo pasa a trío con la incorporación Phones Sportman (que alternará guitarra y bajo). En 1976 ficharon a Richard Earl como guitarra y a Jowe Head como bajista y cantante.
En 1977 se estrenan discográficamente con el single “Read about Seymour”, las 2000 copias se las quitan de las manos, como vender bragas en un mercadillo gitano. En 1978 publican su segundo single (“Dresden style”) y también se agota en pocas semanas.
Un año después ponen en circulación “A trip to Marineville”, un doble lp cargadito de temazos, una obra magistral. Empieza a girar el disco... La fricción de la aguja con el vinilo se hace latente... Oyes a un niño sin aliento susurrarte al oído: “Say, that's a swell maps...!” Ya no hay marcha atrás... Los temas se van sucediendo uno tras otro, cada canción es un viaje lisérgico lleno de espirales sonoras, marañas eléctricas de guitarras de papel de lija que te atrapan irremediablemente, ritmos frenéticos y pasajes atmosféricos hasta la fecha vírgenes. En conclusión, ¡gran portada, grandes canciones y grandes letras!
Empezaron a grabar su segundo lp, “Jane from occupied Europe”, automáticamente al acabar las sesiones del primero, en 1980. Éste segundo disco es más enigmático y psicodélicamente oscuro, hay quien dice que es incluso más potente que su debut. Las guitarras siguen afiladas y la banda apunta alto. Desgraciadamente, después de siete años esperando una oportunidad los Swell Maps deciden desapareder tras finalizar una gira por Italia. Eso ocurrió en 1980, pero antes tuvieron la gentileza de obsequiarnos con la edición de dos singles: “Real shock” y “Let's build a car”.
Swell Maps dejaron claro que no querían estancarse en un sonido concreto similar al punk, fueron los más masoquistas, deseaban no ser comerciales!!! A la mierda con los Swell Maps!!!
domingo, 10 de enero de 2010
EXOTOENDO
Exotoendo fue un proyecto liderado por el músico francés Cyril Herry a finales de los 90. Su música combinaba elementos del ambient más oscuro, sonoridades industriales y elementos de la música sacra y ritual.
Sólo sacaron un par de cd's: “Endorcism process” en 1998 y “Push Kara” en 1999, además de un cassette en edición limitada titulado “Transept”.
Sus discos fueron grabados en fábricas abandonadas y contenedores metálicos, lo que le confiere a sus trabajos esa atmósfera tan especial, rebosante de ecos, reverberaciones y resonancias misteriosas.
Su instrumentación era muy variada, pero casi siempre de naturaleza acústica: primitivos instrumentos de viento (flautas, piedras y huesos), violín, todo tipo de percusión (desde campanas y gongs hasta maderas, hierros, metales y tuberías), voces que recitan sus plegarias y rezos mientras desde algún lugar remoto se desarrollan con parsimonia inquietantes atmósferas electro-acústicas, ruidos y drones.
Las composiciones son de carácter ritual y chamanístico, los sonidos beben del dark ambient más profundo (Lustmord, Lull, Rapoon, Thomas Köner), de las repeticiones hipnóticas de los chamanes así como del afán de trascendencia y espiritualidad de la música sacra, las prácticas tántricas y los rituales Tibetanos.
Su música buscaba la hipnosis, la sugestión y la curación a través de sonidos primitivos y arcáicos, intentando provocar en nosotros una serie de estados trascendentales de éxtasis y explorando paisajes espirituales yermos y desolados en busca de una regeneración anímica.
Exotoendo están relacionados con culturas milenarias que desde siempre han practicado la magia ritual, la meditación, el trance, los exorcismos chamánicos, los estados de conciencia alterados y las revelaciones místicas, pero lo hacen desde una perspectiva moderna, post-industrial, recurriendo a los sonidos de la decadente civilización occidental y sus fábricas, edificios y máquinas.
Sus raíces eran tanto musicales como espirituales y terapéuticas, pero optando por la versión dura y difícil, nada de new age ni chorradas de relajación, no pretendían ahuyentar nuestros demonios interiores sino convocarlos (“endorcismo”), hacernos atravesar por un proceso ritual de vida-muerte-renacimiento que transformase nuestro ser y nos condujese a un estado de conciencia superior.
Cyril Herry también ha formado parte de otros proyectos como Ashes To Ashes, Lecanora, Ninth Desert, etc, además de encargarse del diseño de los discos del sello Kokeshidisk.
sábado, 2 de enero de 2010
JOHN ZORN: "Astronome" (2006)
Vistan sus mejores galas, ya saben: el capirucho, la bata de estrellas, barba de chivo y demás. Ah, y el catalejo. O un potente telescopio que para el caso, da lo mismo.
Se cogen a Juanito con Mike Patton, Trevor Dunn y Joey Baron. Tres canciones, nomás. 14, 17 y 12 minutos. Las pajas mentales las ponen ustedes.
Noise, bondage, free, hard core. Pero siempre hilado por la mente enferma de Zorn. Tres instrumentos usados al límite, comenzando por la voz de Patton. Increíbles gárgaras y burbujas que harían empalidecer a Pavarotti y demás grandes del bel canto. El bajo de Dunn ofreciendo una gama de sonidos increíbles, sonando de guitarra a cello pasando por máquina de las torturas. La batería de Baron en diferentes afinados pone los clavos de esta locura de ataúd.
Navegando de la placidez al descosido, del remanso al martirio. Ultra visible, disfrutable si uno se deja arrastrar al epicentro de la locura. No hay tiempo de descanso, el cambio asalta a cada vuelta. La inventiva del sonido en cada uno de los matices que trufan la partitura.
A partir de aquí, una mirada más o menos académica ofrece las posibilidades de la interpretación: Que si Antonin Artaud que si Aleister Crowley, que si Edgar Varese. Lo que quieran con tal de darle un valor y un significado. O simplemente una orgía. La manera como atormentar a los vecinos un domingo de mañana, como romper con su pareja y expresarlo sin palabras. Un simpático mensaje navideño en su contestador automático (de 17 minutos).
Lo que quieran.
Un lujo de disco. Mentes incansables que no fallan, no se agotan ni dan un paso en falso. Ni tan siquiera uno atrás. Adelante y a lo que venga. Tal que así es una de sus audiciones. Como salir a la calle, en uno de estos días de luces y buenas navidades. Ya nadie se las da, las sueltan como si te piden la hora, sin esperar que el otro responda. Ni unas malditas gracias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)