El
Cielo Número 20 son un dúo de Castellón formado
por Sergio Ibáñez y Javi Sanz, ex-miembros del seminal
grupo Ebria Danza, mártires del romanticismo más
exaltado de principios de los 90. Bajo el nombre de El Cielo Número
20 se han auto-editado un par de cd's, “Nada sueña” en
2008 y “Amanece sin ángeles” en 2010, moviéndose en
las coordenadas del ambient-noise-experimental onírico y
psicodélico, navegando en el mar de ruido y esbozando paisajes
sonoros de chatarra y hierro oxidado. Recientemente nos reunimos con
ellos en su trastero-local de ensayo para charlar sobre la belleza,
el ruido, las psicofonías, el caos, el arte carnal, el amor,
el miedo y la nada. He aquí un resumen de la conversación.
¿Cómo ha evolucionado
vuestro sonido desde los tiempos de Ebria Danza hasta hoy en día?
Fundamentalmente El Cielo Número
20 es más electrónico (aunque Ebria Danza ya lo era en
cierta forma ya que utilizábamos caja de ritmos y
programaciones). Nuestro sonido actual también es más
lineal, bordea el ambient en ocasiones, incluso el Power Electronics
de alguna manera (aunque las guitarras y bajos siguen estando ahí).
Nuestro enfoque es ahora también mucho más consciente
que con Ebria Danza. Intentamos buscar modos de no hacer lo habitual
en el rock y buscamos ser personales, algo que siempre hemos
pretendido.
¿Sentís algún
tipo de afinidad estilística con algún grupo del
presente o el pasado?
Siempre nos ha fascinado la música
electrónica de los 70, con ese ambiente que creaban y esa
sonoridad de los sonidos cósmicos y espaciales, los
sintetizadores extremos, así como su estética en
general. En ese sentido hay grupos como Cluster que nos gustan mucho,
así como la escena krautrock: Can, Neu! y toda esa caterva de
grupos que nos parecen maravillosos. Últimamente también
nos interesa mucho el Power Electronics y grupos como Throbbing
Gristle o Whitehouse. Y además, lo de siempre: la Velvet,
Sonic Youth, Suicide e incluso el post-rock de grupos como Tortoise o
Mogwai.
En vuestros discos y en vuestra
página web se aprecia una fascinación por la basura, la
chatarra, la suciedad, los polígonos industriales, parajes
abandonados, etc. ¿A qué se debe esto?
En todo residuo, en toda basura, en
todo destrozo humano está detrás la gente, sus ideas,
sueños, ilusiones, todo eso está ahí, es un
extraño ejercicio recordatorio en parte nostálgico y
hasta cierto punto enfermizo y de mal rollo. Es algo que fascina a
mucha gente, las ruinas o los paisajes degradados tienen un carácter
inquietante y misterioso. Hay polígonos industriales y zonas
de extrarradio que tienen música, se pueden percibir
sonoridades. Los cinturones industriales de las ciudades suenan a
música ambient, esa decadencia de la sociedad industrial en
este último siglo es algo que nos ha influido a todos los que
hacemos este tipo de música.
Vuestra música tiene un
cierto componente onírico, visual, casi cinematográfico.
¿Hay algún cineasta que haya influido en vuestro
trabajo?
Está claro que el cine es algo
que influye a cualquier persona dedicada al arte, lo vemos como algo
natural. David Lynch es maravilloso, el cine italiano (Fellini,
Antonioni), David Cronenberg y muchos otros han sido una influencia
directa en nuestra música. Hay películas que nos
marcaron en su momento, como “El corazón del ángel”
de Alan Parker o “Hellraiser” de Clive Barker.
¿El ruido es arte?
Por supuesto, sin discusión
alguna. Cuando empezamos a tocar hace muchos años nos quedamos
extasiados ante lo que se podía hacer con una guitarra
eléctrica y sus sonidos, con el sonido en sí, con la
electricidad sonora, es algo maravilloso. Para nosotros el ruido es
la base: antes de la melodía hay ruido, el ruido es algo que
nos rodea constantemente, es algo hiper-real, es la realidad misma.
El concepto de ruido es algo indefinido, ambiguo, tiene muchas
connotaciones, es algo no claro, no definido, y la ambigüedad y
falta de claridad es algo que nos excita muchísimo.
¿La belleza es nazi?
La belleza en sí misma es nazi.
La belleza no te permite elegir, es algo que te subyuga, algo que en
cierto modo busca todo el mundo, es una imposición que en
cierta manera te puede privar de la libertad. El que recibe su dosis
de belleza puede quedar anonadado, puede cometer locuras, la belleza
que uno siente estéticamente y también en su propio
cuerpo es algo que te podría lanzar a hacer cualquier cosa sin
pensártelo dos veces.
¿Qué historia se
esconde detrás de vuestra canción “En la rambla
matadero”?
La rambla vora riu es un lugar en las
afueras de Castellón donde a veces iba a jugar de pequeño.
Hace un tiempo volví por allí y ese lugar me trajo
sensaciones de mi niñez, tuve una extraña sensación
de nostalgia y de encontrarme con algo que hacía tiempo no
encontraba. Por otro lado está la historia de un asesino de
Castellón llamado Joaquín Ferrándiz, que dejó
algunas de sus víctimas en aquella zona. Todo eso se nos
tradujo en la cabeza y nos dio un chispazo, un relámpago
interior, y de ahí salió la letra, que podía ser
una historia basada en los restos de los pensamientos de un asesino
en el trasfondo de un sitio de juegos infantiles. Además es un
paraje bastante degradado en las afueras de la ciudad, rebosante de
suciedad, con unas torres de luz eléctricas donde se oyen
ruidos maravillosos y sonoridades que intentamos reproducir en la
canción.
¿Y qué hay detrás
de otra de vuestras piezas como es “Al mar de ruido”?
“Al mar de ruido” sería como
una declaración de intenciones para expresar que la belleza es
lo que nos mueve a todos. Es también la declaración de
nuestras intenciones vitales, de intentar encontrar la belleza de la
manera que nos parece más correcta, de expresar nuestra visión
de la vida, el caos que es la existencia en sí, la belleza que
es la vida más alocada, con todo lo horrible y lo bello que
contiene a la vez, con ese punto de inquietud emocional que siempre
baña un poco todo lo experimental y lo que se aparta un poco
de los cánones más habituales del arte, aunque nosotros
no somos artistas, si acaso somos ruidistas.
Durante estos años que
lleváis con El Cielo Número 20 no habéis hecho
conciertos, así que la gente sólo puede contactar con
vosotros a través de la red. ¿Qué tipo de
relaciones virtuales habéis establecido en este tiempo?
No nos interesan las redes sociales en
sí, pero empezamos con el myspace hace unos 4 o 5 años
ya que una gente de México, como Edgar Torres (del grupo
Visor) o Jacobo Antártida (con su sello discográfico
Antártida Records) en cierta manera nos animaron a hacerlo y
ha sido una manera de ofrecer nuestra música de manera
sencilla a las personas interesadas en ella. A través de la
red también hemos contactado con otras personas como por
ejemplo tu fanzine La Fam y con un proyecto de Valencia llamado
Alozeau, cuya propuesta en el género del ambient es
sencillamente magistral.
¿Qué encontraremos
cuando lleguemos a ese cielo número 20?
El
nombre del grupo está influido por la numerología: el
número 20 significa cambio, algo que queríamos expresar
al iniciar un nuevo proyecto distinto al de Ebria Danza. ¿Y
qué encontraremos cuando lleguemos allí? Ruido,
obsesión, transexualidad, la nada...
¿Algo más que quieras
añadir?
Tu labor crítica es excepcional,
y La Fam es un fanzine muy recomendable para mentes inquietas y no
tan inquietas. Esperemos que continúes con tu fanzine ya que
hay que seguir haciendo lo que a uno le gusta.
Podéis escuchar este maravilloso estruendo aquí
Podéis escuchar este maravilloso estruendo aquí