miércoles, 17 de junio de 2009

Ruins: Stonehenge (1990)

¿Quiere usted acabar con su relación de pareja en menos de tres meses? La Fam les presenta un método infalible y científicamente comprobado. La próxima vez que usted vaya a realizar el acto sexual con su compañero o compañera dígale lo siguiente: “Cariño, hoy me gustaría hacerlo con música de fondo, como cuando éramos jóvenes y follábamos en el coche con la radio puesta.” A continuación, antes de iniciar el acto, ponga este disco en su reproductor de cd's. Hágalo cada vez que mantenga relaciones sexuales con su pareja y le aseguramos que antes de tres meses le tomarán por loco, le enviarán a la mierda y usted será libre otra vez. De lo contrario La Fam se compromete a pagarle una suculenta indemnización.


Ruins son un duo japonés formado por Tatsuya Yoshida (batería y voz) y Hisashi Sasaki (bajo y voz) que a mediados de los 80 decidieron recuperar un género tan poco conocido como era (y sigue siendo) el zeuhl, movimiento musical iniciado por los franceses Magma a principios de los 70 y que tuvo cierta repercusión en los círculos más radicales del rock progresivo. Este fascinante aunque minoritario género se basaba en el rock progresivo, en la música contemporánea, con ritmos complejos, estructuras minimalistas y cierto aire místico y ocultista. Este “Stonehenge” (1990) fue una de las primeras grabaciones del grupo. El disco se mueve entre estructuras angulares, polirritmos, lineas melódicas quebradizas e imprevisibles y un ambiente absolutamente esquizofrénico. Con un sonido totalmente “lo fi” el duo creó una especie de “drum and bass” progresivo frenético y de una potencia descomunal, con ecos del hardcore más salvaje (algunos lo definieron como “prog punk”). Los temas, dinámicos e inquietos (no son capaces de aguantar tocando un mismo riff más de 5 segundos) suenan sucios y salvajes, siguiendo la plantilla creada por Magma casi a la perfección. De hecho, la base de las mejores obras de Magma siempre fue la batería de Christian Vander y el bajo (ya fuese Jannik Top o Bernard Paganotti), mientras que el resto de instrumentos se dedicaban a adornar la estructura y a aumentar la sensación de hipnosis a través de estructuras minimalistas. Pues Ruins van a por eso, cogiendo la base del sonido Magma, añadiendo algo de The Muffins, de Henry Cow y de la furia del punk e intentando hacer que cada canción sea más complicada, retorcida y difícil que la anterior. Músicos de un virtuosismo admirable pero que al mismo tiempo suenan brutales, composiciones complejas, batería que suena a lata, bajo grueso, distorsionado y manipulado con diversos efectos, y un amplio abanico de voces que van desde el falseto operático (similar a Christian Vander), a los gruñidos cavernícolas, pasando por los gritos a lo retrasado mental y bebé con diarrea. Lo bueno es que a parte de saber tocar a la perfección, los dos tipejos estos tienen un sentido del humor sanísimo, se ríen de todo, de ellos mismos y de cualquiera que se ponga por delante, al igual que hacía Zappa con los Mothers.
Y hay gente que preguntará: “¿Es esto bailable?” Si, pero sólo por epilépticos.
O bien: “¿Es esta música pegadiza?” Por extraño que parezca, sí. Cuando el duo se enzarza en algunos riffs consiguen crear ciertos grooves muy sueltos y fluidos, con gancho, seduciendo al oyente y apartándolo al mismo tiempo.
A pesar de ser una propuesta difícil y exigente (escuchar los discos de esta gente requiere esfuerzo, paciencia y disciplina mental) los resultados son más que satisfactorios. Discos como este “Stonehenge” u otros como “Burning Stone” (1992) o “Hyderomastgroningem” (1996) son esenciales para entender la música de vanguardia de lo últimos 20 años.

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