lunes, 11 de octubre de 2010

Evangelista



La voz de Carla Bozulich me acompaña en las sofocantes e insomnes noches de verano, mientras, empapado en sudor, me revuelvo en la cama y los fantasmas del pasado reaparecen y los recuerdos ocultos se hacen presentes en medio de un escenario de deseo y violencia. Imposible conciliar el sueño, sacudido por una efervescencia febril, escucho a mi conciencia repetirme todos mis errores y fracasos. En esos momentos la música de Evangelista, a través de la voz de Carla, aparece para redimir nuestros pecados. Su rock denso, oscuro, pegajoso y disonante a veces se acerca a la música de cámara, tentando a la belleza nocturna, de cuchillos afilados y sobredosis de somníferos, mientras que otras veces se adentra en terreno del caos y el ruido. Las canciones de sus dos discos (“Hello, voyager” de 2008 y “Prince of truth” de 2009), suenan crudas y al límite, mientras progresan con total libertad sobre texturas de feedback y ruido, sin apenas ritmo ni melodías a las que aferrarnos. Una música hermosa e inocente, pero también cruel y terrible. Atmósfera eléctrica, guitarras disonantes, percusiones recias, sección de cuerda deslabazada, momentos ruidosos y momentos delicados, la niebla que impide ver delante de nosotros, mientras Carla canta sus letras en un paisaje emocional saturado de rabia, incertidumbre, sensualidad y pasión. Carla nos habla de nuestros miedos, de nuestra debilidad humana, de todo aquello que escondemos en nuestro interior y no nos atrevemos a mostrar a nadie. Evangelista es una propuesta de una sinceridad brutal, una experiencia extraña, inquietante, íntima, deprimente y revitalizadora al mismo tiempo. El viaje es imprevisible: igual hay noise que jazz, folk de cámara, ambient o psicodelia, la voluntad exploradora impregna cada uno de sus temas. Y mientras los escuchamos, nos da igual si veremos el final de esta madrugada.

1 comentario:

Maquina dijo...

Le daré su escuchadita.

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