martes, 4 de septiembre de 2012

COMBAT SHOCK (Buddy Giovinazzo, 1986)


Combat Shock, el debut de Buddy Giovinazzo en 1986, es una de las películas más angustiosas y deprimentes de la historia del cine. Tomando como base a Taxi Driver, a Stroszek y a Eraserhead pero llevándolo al límite, a un callejón sin salida donde sólo hay lugar para el asco y la abyección.
Combat Shock es un producto de la factoría Troma, pero tiene poca relación con las producciones de esta compañía (cuya marca de la casa es el gore más low budget y descerebrado) ya que es una película con un enfoque más bien realista-documental, con una fotografía muy cruda (aunque con algunas pinceladas de atmósfera de pesadilla y delirio psicótico), sin el más mínimo espacio para el humor o las bromas macabras. Un trabajo que, a diferencia de la mayoría de productos Troma, es algo para tomarse muy en serio y que sin duda borrará la risita estúpida de la cara a más de uno y a más de dos. Una película que hace sentirse realmente mal al espectador, ya que la angustia y la desesperación que transmite es tan real que nos hace revolvernos incómodos en el asiento y sentir emociones realmente inquietantes y desagradables. El clímax de la película, absolutamente devastador en su violencia y nihilismo desesperanzador, es una de las experiencias cinematográficas más viscerales y desasosegantes que se recuerdan.

Combat Shock nos muestra un día en la vida de Frankie Dunlan, ciudadano americano de clase baja. Un día en el que observamos su proceso de deterioro físico y mental, su descenso al escalón más bajo en la condición humana. Un día en el que verá cómo se le cierran, una detrás de otra, todas las puertas, todas las opciones, todo atisbo de esperanza. Uno a uno van desmoronándose todos los posibles puntos de apoyo: familia, amigos, esposa, oficina del paro. A su alrededor, la indiferencia más absoluta. Ante sus narices, el futuro escupiéndole en su puta cara. Un día en el que la desesperación le invade hasta el más recóndito de sus nervios, cuando notará esa soledad y ese asco aplastante que oprime las tripas, esa angustia que es como una mano alrededor del cuello esperando a estrangularle. Un día, el último día de su vida, cosa que él no sabe, aunque intuye. Ex-veterano de la guerra de Vietnam, ha regresado a Nueva York con una carga insoportable de secuelas físicas, morales y psicológicas tras haber conocido la brutalidad, las atrocidades y las torturas tanto en su propio bando como en el bando enemigo. Perseguido por pesadillas, recuerdos y obsesiones que le torturan hasta la extenuación (“Vuelvo allí cada noche”, nos dice Frankie). Sin empleo, endeudado, viviendo en un piso miserable que no puede pagar y del que lo van a echar, con su mujer desbordada por la situación y su hijo deforme (debido al efecto de las armas químicas), Frankie vaga por los suburbios de Nueva York en busca de ayuda, atravesando calles vacías repletas de basura, estaciones de tren decrépitas, casas abandonadas donde agonizan yonkis, delincuentes, prostitutas, proxenetas, camellos y mafiosos, conformando un apocalíptico escenario de pesadilla urbana y nihilismo ultra-salvaje. Un paisaje urbano degradado y sucio, reflejo del infierno interior y el caos mental de Frankie. La cara oculta de la civilización, todo aquello que los ciudadanos bienpensantes no quieren creer que exista, el horror cotidiano e inevitable en el que viven sumidas millones de personas. Como un perro apaleado y después abandonado, como ese perro que Frankie ve en la calle comiéndose un pedazo de carne, cuando el hambre domina todos sus pensamientos y sólo le queda rebuscar en los contenedores de basura en busca de comida. El campo de batalla simplemente ha cambiado de escenario: la experiencia de volver a Nueva York y empezar una nueva vida es incluso más complicada y desagradable que la de estar preso en una jaula llena de insectos en Vietnam. En la guerra de Frankie sólo hay lugar para la derrota: las medallas y condecoraciones han sido para los otros, para la gente que triunfa en la vida. Esos que son siempre tan optimistas y que confían en el futuro. La guerra de Frankie continúa en su interior, agitándose con violencia entre las paredes de su craneo. Y no terminará nunca.


1 comentario:

Subu dijo...

Me encantó lo del "sub-underground". Felicidades por el blog! hace falta mas de esto en internet.

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