Combat Shock, el debut de Buddy
Giovinazzo en 1986, es una de las películas más
angustiosas y deprimentes de la historia del cine. Tomando como base
a Taxi Driver, a Stroszek
y a Eraserhead pero llevándolo al límite, a un
callejón sin salida donde sólo hay lugar para el asco y
la abyección.
Combat Shock es
un producto de la factoría Troma, pero tiene poca relación
con las producciones de esta compañía (cuya marca de la
casa es el gore más low budget y descerebrado) ya que es una
película con un enfoque más bien realista-documental,
con una fotografía muy cruda (aunque con algunas pinceladas de
atmósfera de pesadilla y delirio psicótico), sin el más
mínimo espacio para el humor o las bromas macabras. Un trabajo
que, a diferencia de la mayoría de productos Troma, es algo
para tomarse muy en serio y que sin duda borrará la risita
estúpida de la cara a más de uno y a más de dos.
Una película que hace sentirse realmente mal al espectador, ya
que la angustia y la desesperación que transmite es tan real
que nos hace revolvernos incómodos en el asiento y sentir
emociones realmente inquietantes y desagradables. El clímax de
la película, absolutamente devastador en su violencia y
nihilismo desesperanzador, es una de las experiencias
cinematográficas más viscerales y desasosegantes que se
recuerdan.
Combat Shock nos muestra un día
en la vida de Frankie Dunlan, ciudadano americano de clase baja. Un
día en el que observamos su proceso de deterioro físico
y mental, su descenso al escalón más bajo en la
condición humana. Un día en el que verá cómo
se le cierran, una detrás de otra, todas las puertas, todas
las opciones, todo atisbo de esperanza. Uno a uno van desmoronándose
todos los posibles puntos de apoyo: familia, amigos, esposa, oficina
del paro. A su alrededor, la indiferencia más absoluta. Ante
sus narices, el futuro escupiéndole en su puta cara. Un día
en el que la desesperación le invade hasta el más
recóndito de sus nervios, cuando notará esa soledad y
ese asco aplastante que oprime las tripas, esa angustia que es como
una mano alrededor del cuello esperando a estrangularle. Un día,
el último día de su vida, cosa que él no sabe,
aunque intuye. Ex-veterano de la guerra de Vietnam, ha regresado a
Nueva York con una carga insoportable de secuelas físicas,
morales y psicológicas tras haber conocido la brutalidad, las
atrocidades y las torturas tanto en su propio bando como en el bando
enemigo. Perseguido por pesadillas, recuerdos y obsesiones que le
torturan hasta la extenuación (“Vuelvo allí cada
noche”, nos dice Frankie). Sin empleo, endeudado, viviendo en un
piso miserable que no puede pagar y del que lo van a echar, con su
mujer desbordada por la situación y su hijo deforme (debido al
efecto de las armas químicas), Frankie vaga por los suburbios
de Nueva York en busca de ayuda, atravesando calles vacías
repletas de basura, estaciones de tren decrépitas, casas
abandonadas donde agonizan yonkis, delincuentes, prostitutas,
proxenetas, camellos y mafiosos, conformando un apocalíptico
escenario de pesadilla urbana y nihilismo ultra-salvaje. Un paisaje
urbano degradado y sucio, reflejo del infierno interior y el caos
mental de Frankie. La cara oculta de la civilización, todo
aquello que los ciudadanos bienpensantes no quieren creer que exista,
el horror cotidiano e inevitable en el que viven sumidas millones de
personas. Como un perro apaleado y después abandonado, como
ese perro que Frankie ve en la calle comiéndose un pedazo de
carne, cuando el hambre domina todos sus pensamientos y sólo
le queda rebuscar en los contenedores de basura en busca de comida.
El campo de batalla simplemente ha cambiado de escenario: la
experiencia de volver a Nueva York y empezar una nueva vida es
incluso más complicada y desagradable que la de estar preso en
una jaula llena de insectos en Vietnam. En la guerra de Frankie sólo
hay lugar para la derrota: las medallas y condecoraciones han sido
para los otros, para la gente que triunfa en la vida. Esos que son
siempre tan optimistas y que confían en el futuro. La guerra
de Frankie continúa en su interior, agitándose con
violencia entre las paredes de su craneo. Y no terminará
nunca.
1 comentario:
Me encantó lo del "sub-underground". Felicidades por el blog! hace falta mas de esto en internet.
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