martes, 17 de marzo de 2009

Nacho Cerdá: Aftermath


La obsesión por la muerte y sus efectos sobre el cuerpo humano han sido una constante en el mundo del arte y el pensamiento durante siglos. Saber si hay algo después de la muerte o si por el contrario nos tenemos que enfrentar a la simple descomposición de la materia orgánica. ¿Hay algo más que el cuerpo? ¿Algún resquicio para la esperanza? ¿El alma? ¿El espíritu? Tras largos años de meditar sobre el tema y tras una visita a una sala de autopsias real en la que presenció el humillante trato que se le propinaba a los cuerpos, Nacho Cerdá decidió plasmar en “Aftermath” (1994) su personal visión sobre la realidad post-mortem, una visión absolutamente nihilista y desesperanzada sobre lo que le ocurre a nuestro cuerpo una vez hemos muerto.
A pesar de lo explícito y crudo de sus escenas, que llegan a unos niveles de realismo escatológico difíciles de soportar, esta obra nada tiene que ver con el género “gore”: sus raíces van mucho más allá y conectan con temas metafísicos y existenciales. No estamos ante una obra para entretenerse ni para pasar el rato sino que nos encontramos ante un ejercicio de terrorismo espiritual y cultural, un trabajo extremadamente radical y nihilista, una propuesta sobrecogedora pero necesaria.
Un cortometraje de 30 minutos sin diálogo, con el “Requiem” de Mozart sonando de fondo combinado con los sonidos fríos de una sala de disección real (el Instituto Anatómico Forense de Barcelona, del que Nacho Cerdá comentó que si las autoridades llegan a saber lo que estaban grabando allí dentro no les hubieran dejado entrar) y unas imágenes de perturbadora e inquietante belleza. Por increíble que parezca, las escenas de necrofilia en “Aftermath” llegan a extremos de belleza estética arrebatadores, a diferencia de filmes como “Nekromantik”, una película también interesante aunque con un enfoque totalmente distinto y con la cual se han hecho comparaciones bastante injustas. “Aftermath” ofrece una belleza abyecta y degenerada, que despierta fuertes sensaciones en el espectador, pero su fuerza y atractivo es extrañamente seductor.
La obra alcanza niveles de calidad artística y estética que nada tienen que ver con la parafernalia de sangre y tripas del “gore”: en “Aftermath” hay un trabajo de interpretación, fotografía, iluminación y sonido cuidadosamente diseñado para conseguir el máximo efecto sin recurrir a la exageración ni a lo grotesco. Aquí es al contrario, en la obra de Cerdá lo que duele es el exceso de realismo.
Además de la muerte, otro de los temas principales de “Aftermath” es la soledad: una soledad aplastante, asfixiante, que aisla y deshumaniza a las personas y las hace llegar a límites de deterioro mental y degeneración insospechados. El protagonista, que trabaja en una sala de disección, parece una persona normal al principio del corto, pero poco a poco vamos entrando en su infierno interior (aunque sólo nos asomamos al borde de su abismo) y vamos descubriendo que sus carencias afectivas lo han convertido en un personaje extremadamente inestable y desequilibrado, en un pervertido monstruoso, de ahí que practique todo tipo de atrocidades, vejaciones, humillaciones y violaciones sobre el cadáver de una joven (las influencias de J.G. Ballard y obras como “Crash” y “La exhibición de atrocidades” se notan). La interpretación del actor Pep Tosar es totalmente convincente, de hecho Nacho Cerdá confesó que llegó a asustarse en algunos momentos del rodaje debido a la transformación tan brutal que sufría Pep en algunas escenas. Según parece, varios miembros del equipo de rodaje tampoco se sentían excesivamente cómodos con la situación.
Obra de culto en el cine underground más extremo, “Aftermath” es un trabajo catártico que sacude nuestra conciencia y nos hace enfrentarnos cara a cara con la realidad más brutal, indigesta e incómoda, golpeándonos con verdades dolorosas y con imágenes inolvidables.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...