lunes, 25 de mayo de 2009

Unsane

La música de Unsane es perfecta para esos días raros que tengo de vez en cuando. Días en los que vas en el tren y sientes la necesidad de agredir a los pasajeros. O caminas por la calle y piensas en escupir a los transeuntes. O tal vez conduces el coche y durante un segundo sientes la tentación de estrellarte contra el primer vehículo que te encuentres de cara.

En esos momentos disfrutas con su música, que transpira mal rollo por los cuatro costados. Un grupo que machaca riffs aplastantes con una mala hostia del carajo. Un sonido caliente, vicioso, espeso, sucio, oscuro, con un Chris Spencer que más que cantar se dedica a gritar, aullar y maldecir a todo lo que se menea, vomitando su bilis y su asco sobre nuestros sentidos, mientras una base rítmica en plan hormigonera de cemento / martillo neumático (un batería que machaca sus ritmos sencillos y aplastantes, un bajo grueso y crepitante) acompañada de un crujiente sonido de guitarra aplican terapia de electroshock a nuestros nervios. Unsane llevaron su simple y básico concepto musical al límite, hasta las últimas consecuencias, creando un rock and roll tenso, crispante y amenazador, trabajando con niveles de volumen, intensidad y saturación avasalladores, como tiene que ser. Sin trampa ni cartón ni ornamentos inútiles: tres tíos sacando todo lo que llevan dentro y punto. La esencia del rock and roll: un power trio excitante y peligroso, sin medias tintas. Como rascar una pared con las uñas hasta sangrar.

Surgidos en Nueva York en 1989, el trío cimentó una legendaria reputación a través de conciertos salvajes en los antros más sórdidos imaginables y unos discos que bebían de la brutalidad de los primeros Swans, el delirio misantrópico de Big Black, la suciedad y contundencia del punk, las frecuencias graves de Black Sabbath, la energía del hardcore, los ritmos chirriantes y obsesivos de la música industrial, todo ello en una mezcla de post-hardcore-metal-noise increíblemente violento y agresivo. Fueron relacionados desde un principio con la sección más extrema de N.Y., es decir Swans, Foetus, Sonic Youth, Cop Shoot Cop y similares energúmenos. Las controvertidas portadas de sus álbumes así como los textos (“Urge to kill”, “Exterminator”, “Body bomb”, “Streetsweeper”, “Sick”, “Blame me”, “Vandal X”...) van en la onda de lo que cabría esperar de unos degenerados como estos: violencia, odio, frustración, paranoia, asesinos en serie, etc. Música peligrosa para gente peligrosa. La perfecta banda sonora para las noches de insomnio de Travis en “Taxi Driver”.

Tuvieron problemas para encontrar su nicho en los 90: demasiado macarras para la audiencia metalera standard y demasiado salvajes para el público grunge del momento, así pues tuvieron que moverse en los márgenes del circuito musical establecido. En 1993, en plena eclosión grunge, las discográficas comerciales iban desesperadas buscando grupos de la escena underground con la intención de aprovechar el filón de Nirvana. Matador, el sello en el que militaban Unsane en aquella época y con el que habían editado su primer álbum en 1991 (“Unsane”), fue absorbido por la multinacional Atlantic. Así pues su segundo disco, “Total Destruction”, fue editado en 1993 por una multinacional. Y pasó lo que tenía que pasar, y es que Unsane no son Nirvana ni Soundgarden y su música no es tan fácil de vender. Ahí terminó su aventura con las multinacionales, con dos cojones, por la puerta grande. Para muestra un botón: en pleno apogeo de la MTV los de Atlantic les pidieron un videoclip promocional, y Unsane, con un par de huevos, les presentaron un video que difícilmente podía ser emitido por la televisión comercial: eligieron “Body bomb”, y grabaron un videoclip en el que se ve a una persona preparando un atentado contra las torres gemelas de NY, cargándose de explosivos, yendo para allá y detonándolos. Sin contemplaciones. Imagínense las caras de los directivos de Atlantic y del americanito medio.

En 1992 su batería Chris Ondras murió de sobredosis, y fue sustituido por Vincent Signorelli (ex-Swans) iniciando una segunda etapa del grupo: los temas se ralentizaron y ganaron en violencia e intensidad. “Scattered, Smothered and Covered” (1995) o “Occupational Hazard” (1998) se convirtieron en discos de referencia en la música más salvaje de los 90.

El grupo se disolvió temporalmente en 2000, para volver en 2005 con “Blood run” y en 2007 con “Visqueen”, dos álbumes que siguen la misma onda de siempre, sin sorpresas, con el sonido marca de la casa destrozando tímpanos y nervios.

Unsane es y será para siempre la música surgida de los bajos fondos de Nueva York: navajazos, ajustes de cuentas, cuerpos en el suelo acribillados a balazos o atropellados por coches, delincuencia, sirenas de policía y ambulancias a toda hostia, prostitución, polvos de mala muerte echados en callejones sucios que huelen a meados, con el suelo lleno de condones pisoteados, compresas sucias y jeringas usadas, todavía con sangre, suicidios en habitaciones decrépitas, las calles oprimidas por gigantescos bloques de edificios, el vértigo, la alienación y la soledad en la gran manzana, el miedo al fracaso, el darse cuenta de que no se puede caer más bajo, la necesidad de hacer daño, de matar, de matarse, de acabar con todo de una puta vez.

Una realidad que, si miramos con atención, quizás no esté tan lejos como pensamos.

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