miércoles, 21 de octubre de 2009

AGHAST “Hexerei im zwielicht der finsternis”

“Hexerei im zwielicht der finsternis” fue el único disco que en 1995 grabaron el dúo compuesto por Andrea "Nebelhexë" Haugen y Tanja "Nachthexe" Stene, dos hembras noruegas relacionadas con círculos de brujería y ocultismo en su país natal y que nos ofrecieron una enigmática y misteriosa obra en la que sonidos oscuros y fríos se combinan con saberes arcanos y rituales olvidados.
Oscuridad, soledad, aislamiento, brumas, niebla, lluvia, frío, viento, densos e inhóspitos bosques, la violencia de la naturaleza, ritos ocultos, aquelarres degenerados, danzas paganas en la profundidad de la noche, estas son las imágenes que el dúo conjura a través de su música, una música que, en sus propias palabras, “trata de la cara oculta de la naturaleza, de los deseos y fantasías más macabras, temas que el público medio rechaza debido al temor o a la ignorancia”. El arte de Aghast invoca sombrías e insondables imágenes en nuestro subconsciente más profundo, removiendo los cimientos de nuestra arquitectura mental para sacar a la luz sensaciones y visiones aletargadas por el vacío en el que nos vamos hundiendo generación tras generación.
En este disco no hay “canciones”: lo que encontramos son composiciones de carácter ambiental y atmosférico cercanas al dark ambient más tenebroso y espectral pero también ecos de la música ritual y cantos relacionados con plegarias e invocaciones paganas.
Los temas son de carácter claramente minimalista: las sencillas estructuras se repiten insistentemente, con paciencia y sabiduría, acolchadas a base de teclados glaciales, neblinosos y difuminados, sonidos envolventes que flotan en atmósferas narcóticas de eco y delay, fantasmagóricas apariciones de un violín disonante y alguna incursión en las percusiones de carácter ritual.
El sonido es absolutamente lo-fi, sucio, granítico y cavernícola, dando así un aire arcáico y primitivo que aumenta la autenticidad del disco.
Nebelhexe y Nachthexe usan diversos tipos de registros vocales en cada composición: susurros inquietantes, gritos desgarradores, plegarias inductoras al trance, rezos histéricos, de acuerdo con lo que cada canción exige, ya que todas ellas son distintas y su atmósfera peculiar requiere una interpretación vocal apropiada para así lograr el máximo efecto. Esta es una de las particularidades de este disco: cada pieza es diferente a las otras, crea una atmósfera única y responde a necesidades emocionales específicas, siempre dentro de la oscuridad que las caracteriza. A pesar de esta heterogeneidad, el disco suena como un todo perfectamente integrado, un viaje de macabra y perturbadora belleza, una pesadilla obsesiva y terminal.
Lo último que se oye en el disco es un amenazante aviso: “This is just the beginning”, esto es sólo el comienzo... El aviso quedó ahí, ya que hasta ahora el dúo no ha vuelto a sacar discos, pero esperaremos con impaciencia hasta que su amenaza se vuelva una realidad y su maldición vuelva a extenderse por el mundo.

martes, 13 de octubre de 2009

ZU - Carboniferous (2009)



Reseña por Blackdecker.

En las catacumbas está pasando algo. Algo desagradable a tenor del rugido infernal que escapa de sus tuberías. Mala leche, sed de venganza, quebranto de huesos y empujones. El submundo se dispone a ocupar su sitio, a volver a la superficie y desplazar a todos esos llorones que chillan como ratas cuando se ensucian con porquería. Pues se van a enterar esos que visten de blanco. Las catacumbas han tomado una decisión de la que no van a poder volverse atrás. Nos incumbe a todos, a los que estén con ellos y a los que no. Pronto oiremos el crujir de sus motosierras partiendo cuerpos, sus lanzas térmicas fundiendo resistencias, los goterones de cera manchando paredes. El demonio y su vocoder nos irá durmiendo con una nana terrorífica, hasta despertar en el infierno. Desde las catacumbas nos avisan y avisan, que estemos preparados. Ni por esas; nos pillaran con los pantalones bajados, sollozando por nuestros ángeles guardianes. No les busquen, hasta éstos se habrán cambiado de bando.

Zu ,Soulolympics.




domingo, 4 de octubre de 2009

Andrei Tarkovsky


No es fácil ver las películas del maestro ruso Tarkovsky. No sé, quizá hace falta encontrarse en un estado de ánimo especial, o quizá hace falta tener una necesidad a nivel espiritual que nos lleve a visitar sus obras una y otra vez... No sabría decirlo. El caso es que no es fácil ponerse a ver películas de dos horas y pico, en las que hay muy poca acción, en las que no ocurre casi nada a nivel externo (aunque a nivel interior todo esté en estado de ebullición), en las que nos encontramos secuencias largas, lentas, oscuras, con poco diálogo (Tarkovsky es sin duda el cineasta que mejor y con más efectividad ha sabido utilizar los silencios), y cuando hay diálogo se centra en temas filosóficos y metafísicos como la muerte, el sentido de la vida, el amor, la soledad, el misterio de la fe, la esperanza en un mundo en ruinas... Sin ninguna duda uno de los grandes maestros del arte cinematográfico del siglo XX, influyendo de gran manera en directores como Aleksandr Sokurov o Bela Tarr.


Yo vuelvo una y otra vez a estas películas, a estos viajes, y al igual que me pasa con los libros de E.M. Cioran, por muy duro que sea el contenido de sus obras, al terminar de ver los films de Tarkovsky me siento ligero, limpio, con más claridad de ideas, como si hubiese entrevisto ese "algo" que me acerca a un mayor entendimiento de las ideas que me obsesionan... Es una catarsis que duele y hace sufrir, pero me deja limpio por dentro y más estable mentalmente, para que después la cruda realidad me devuelva a mi sitio una vez más... Tarkovsky decía que con su cine pretendía que la gente pudiese crecer espiritualmente, un objetivo realmente admirable y que al menos en mi caso cumple su cometido, así lo experimento cada vez que vuelvo a su obra.


Tarkovsky inició su andadura en los años 60 con dos películas. "La infancia de Iván" narra la historia de un niño de 12 años que ayuda a los rusos en la guerra contra Alemania tras el asesinato de su familia por parte de los nazis, mostrando su dura coraza exterior pero su vulnerable interior, un film donde Tarkovsky ya deja ver su capacidad de construir estremecedores pasajes cinematográficos en blanco y negro, su color preferido para filmar.
Su segunda obra fue "Andrei Rublev", donde se nos muestra la vida del pintor de iconos ruso del siglo 15 y todas las desoladoras experiencias que va viviendo en su viaje por tierras rusas: injusticia, opresión, violencia, muerte y dolor, lo que le llevará a una profunda crisis de fe. Un viaje espiritual donde el amor a la vida y al arte compensan toda la brutalidad y mezquindad que rodean a Rublev. Una experiencia poético-mística que abarca gran cantidad de sentimientos y sensaciones, con imágenes de una belleza trascendental.


En la década de los 70 el director ruso filmó tres de sus obras clave. "Solaris", en 1972, basada en la novela homónima de Stanislaw Lem, es un film donde los silencios asustan, donde las reflexiones metafísicas tienen lugar en medio de una claustrofóbica atmósfera, paisajes cósmicos y ese océano vivo que es capaz de leer nuestros pensamientos y convertir en realidad nuestros miedos y obsesiones más ocultas (por ejemplo la mujer muerta del protagonista, que es devuelta una y otra vez a la nave por el océano).
"El espejo", de 1974, es una obra autobiográfica en la que combina los recuerdos de la separación de sus padres, la 2ª guerra mundial y los temas metafísicos trascendentales predominantes en su obra. Gran recurrencia de pasajes oníricos, sueños y elementos cercanos a lo sobrenatural, algo que abundaría más y más en posteriores películas. Imágenes bellísimas, desconcertantes y difíciles de explicar, pero que activan recuerdos y memorias en nuestro subconsciente. Un argumento hermético y difícil pero sugerente, sólo es cuestión de dejarse llevar por su fascinante lenguaje visual y poético.En 1979 llega "Stalker", seguramente su mejor obra, basada en la novela de los hermanos Strugatski. En esta película los "stalkers" son seres marginados socialmente que llevan a otras personas a visitar "la zona", un lugar cerrado y cercado por la policía ya que cayó un meteorito años atrás y se sospecha que vida inteligente ha quedado allí. Los "stalkers" son los únicos que pueden orientarse en esta "zona" y llevar a la gente a una habitación en la que se les concede un deseo, el más íntimo, el más profundo. El único requisito para ello es ser un fracasado, una persona sin suerte en la vida, un desgraciado. Los paisajes por los que nos lleva Tarkovsky en este épico viaje son de una belleza apocalíptica: la película fue grabada en una central hidroeléctrica abandonada en Rusia, de ahí que predominen las ruinas, naves industriales abandonadas, túneles, humedad, desechos, basura... Una primera versión de la película fue grabada, pero desaparecieron los originales y Tarkovsky tuvo que grabar otra versión con mucho menos presupuesto, que es la que nos ha llegado. Una pérdida terrible porque si esta versión es espectacular, da vértigo pensar cómo sería la primera.


En los 80 nos ofreció dos películas: "Nostalgia", que trata del exilio y la tristeza que produce el estar lejos de la tierra amada, otro hipnótico viaje visual y existencial, donde ya plantea el tema del sacrificio personal, algo que desarrollaría en su última obra, "Sacrificio", que aborda el tema de la guerra nuclear, el fin del mundo y la posibilidad de la salvación a través de la fe, el sacrificio y la renuncia a todo lo que amamos, las posesiones materiales, las personas, incluso la cordura. Resonancias poéticas, metafísicas y sobrenaturales en una obra visualmente fascinante, alternando escenas claras y luminosas con pasajes sombríos y apocalípticos. Una película densa, dura, conscientemente lenta, compleja, cuya visión supone realizar algo similar a un acto de meditación, con entrega y disciplina, enfrentándonos a lo desconocido, cuyos beneficios quizás no sean obvios a nivel superficial pero sin duda se notan a nivel interior. "Sacrificio" fue su testamento espiritual, su obra más profunda, un trabajo de extraordinaria belleza y de un alcance metafísico como pocas veces se ha visto en la historia del cine. Tarkovsky murió un año después de finalizar la película, en 1986.


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