Art Bears fueron sin ninguna duda uno de los mejores grupos del rock progresivo europeo de finales de los años 70. Surgidos de las cenizas de otro grupo mítico como fueron Henry Cow, Art Bears funcionaron con un formato básico de trío formado por dos de los músicos más destacados de la escena experimental moderna: Chris Cutler y Fred Frith, acompañados por la vocalista Dagmar Krause. El grupo sólo grabó tres álbumes y dió unos pocos conciertos durante su corta existencia (1978-1981), pero su influencia en el rock más vanguardista e iconoclasta fue innegable.
A pesar de ser encasillados en la categoría de “rock progresivo”, Art Bears fueron mucho más que eso y se salieron de los moldes pre-establecidos del género, aventurándose por caminos menos transitados y poco convencionales. El grupo fusionaba los aspectos más radicales del rock progresivo (Henry Cow, Magma, The Mothers of Invention, Univers Zero) con elementos procedentes del free-jazz, de la música contemporánea (ecos de Messiaen, Stravinsky, Bartok y Schoenberg), del folk menos tradicional, de la improvisación, etc. El resultado era una música altamente compleja y técnica pero directa, con muchísima pegada e intensidad, un sonido denso, disonante, ecléctico, a veces muy oscuro y en otros momentos bellísimo, en ocasiones frágil y delicado y en otros momentos agresivo y violento.
Art Bears grabaron su primer disco en 1978, se trata del antológico “Hopes and fears”, un disco oscuro, misterioso, insondable, compuesto por una serie de piezas laberínticas que acumulan unos niveles de intensidad y amenaza considerables. La riqueza de la instrumentación hacía que el grupo sonara a veces como una pequeña orquesta de cámara interpretando pequeñas piezas expresionistas (algo que se denominó “chamber rock”) ya que, además de la aportación de la exquisita Dagmar Krause, del genial percusionista Chris Cutler (batería acústica, eléctrica, percusión, cintas pre-grabadas, ruido) y del multi-instrumentista Fred Frith (guitarras, bajo, piano, violín, viola, xilófono, teclados, ruido) el grupo contó con la colaboración de otros músicos de la escena más vanguardista del momento como Lindsay Cooper, Tim Hodgkinson, Georgie Born, Peter Blegvad o Marc Hollander. Música de cámara, sí, pero con muchísima pegada.
Su segundo disco fue “Winter songs”, de 1979, ahora como trío, sin ninguna colaboración externa. El sonido de este álbum es más espartano, más directo, más básico, sin tanta ornamentación como “Hopes and fears”, pero manteniendo toda la calidad y el sonido ecléctico típico del grupo. Una vez más, canciones sombrías, inquietantes, tensas, y con un trabajo de estudio espectacular (cortesía del técnico de sonido Etienne Conod, quien grabó los tres discos del grupo y que supo extraer a la perfección todos los matices de su sonido). Las letras, de carácter existencial, solemne y contemplativo, están basadas en distintos grabados de la catedral de Amiens. Ya lo indica el título del disco: “Canciones de invierno”, o sea, canciones para el frío físico y espiritual, la introspección, la duda, la extinción.
Su tercer y último disco fue “The world as it is today”, de 1981. Este fue su trabajo más radical tanto a nivel estético como ideológico. Su música sonaba más densa, cruda y desafiante que nunca, y las letras expresaban, en un tono apocalíptico, una durísima crítica a la sociedad moderna, al sistema capitalista, a los políticos corruptos, a la burocracia, todo ello desde una perspectiva revolucionaria y mostrando solidaridad con las clases trabajadoras explotadas, con los oprimidos, con los más desfavorecidos. No hay que olvidar que tanto Art Bears como su anterior encarnación, Henry Cow, fueron grupos políticamente muy comprometidos con la izquierda más radical y revolucionaria, y este disco es un claro ejemplo de ello.
El grupo se disolvió ese mismo año, pero sus tres miembros (Frith, Cutler y Krause) continuaron creando música tanto en solitario como en distintos proyectos y colaboraciones, continuando con una trayectoria admirable que se extiende hasta nuestros días.